El desafio mayor

En su biografía personal, a su antigua militancia frentista, a su largo combate contra el ruido urbano, la señora Efrocina  Gonzáles incrementará la extenuante labor en el complicado y caótico sector Educación. Su reciente nombramiento, en relevo de Jaime Fartolino Pimenta, es antes que cualquier cosa, antes que un simple cambio en las alturas burocráticas, un desafío. El mayor de todos debido a la importancia que tiene la educación para el desarrollo de cualquier sociedad. La clave del futuro está allí. Y ese porvenir parece alejarse de nosotros debido a que en algunos rubros del conocimiento, matemática y literatura, ocupamos los últimos lugares.

Esa ubicación colera es como para llorar en el  desierto y  es sólo comparable al lugar que ocupa el mediocre fútbol peruano. Ello es la mejor prueba del fracaso sucesivo de tantas administraciones educativas de tantos gobiernos que han sido y que son. Mas ocupados en pequeñeces del día, en celebraciones de fechas sin trascendencia, en no dejarse serruchar el piso, en evitar ser cambiados o en apaciguar las protestas reiteradas del profesorado, los sucesivos directores del sector pasaron sin pena ni gloria. Gerentes de un desastre, administradores del fracaso, no tuvieron ni el tiempo ni la vocación para mejorar la calidad educativa.

El norte de la calidad educativa, nos parece, es el mayor desafío de Efrocina Gonzáles. No son los nombramientos de maestros, los cambios de lugar de tal o cual docente, los aniversarios de tantos colegios y sus desfiles callejeros inoportunos y otros hechos sin importancia los que deben quitarle su precioso tiempo. En el horizonte está su tarea, escrita desde antes. Abrumadora, desafiante, ardua, la calidad educativa debería ser creación heroica de todos los días de su gestión que recién comienza.