Peste entre los verdores

Cuando en la ciudad de Florencia estalló la peste, una parte de los ciudadanos no se dio por enterado. En el Decamerón se cuenta que como si nada estuviera pasando, como si nada grave ocurriera, se dieron la gran vida. Excesivos, irresponsables, se perdieron en diversiones, en abusos, en comilonas, en excesos de la carne y del pecado. La peste avanzó hasta alcanzar índices de pesadilla. Entre nosotros, y siglos después de la peste florentina, el dengue hemorrágico va camino seguro a convertirse en una peste fatal. El reciente fallecimiento de cinco personas demuestra que la cosa no es tan simple, que no se trata de un hecho menor y que podemos estar al borde de una catástrofe como tantas veces en el pasado entre estas tierras.

Entre estos verdores de agua germina la furia de una peste moderna y, como los energúmenos de Florencia, hay gentes que prefieren seguir en lo mismo, andando y gobernando con festejos, francachelas, diversiones y otros deslices, sin considerar a las  víctimas que aumentan. Esta peste mortífera todavía parece un fenómeno aislado. Pero conforme pasan los días tiende a incrementar los muertos. Como si nada. En esas condiciones no se puede dejar el combate al dengue hemorrágico sólo al sector Salud. La actual peste tiene que ser combatida por todos los frentes de la sociedad. De lo contrario el censo de muertos irá en aumento cada día o cada semana.

Cuando en Florencia estalló la aludida peste, unos ciudadanos se retiraron a un lugar fuera de la ciudad y se pusieron a contar cuentos. Esperamos que entre nosotros no ocurra esa huida al campo ni la avalancha de cuentos sobre el combate contra esa peste. Esperamos que los cuentos vengan después. Cuando los hombres, mujeres y niños no se mueran por culpa del feroz dengue hemorrágico.