La comedia de las elecciones

El payaso Francisco “Tiririca” Oliveira fue elegido diputado en la seria,  progresista y avanzada nación del Brasil. Tamaña votación por alguien que nada sabe de leyes o de cuestiones de gobierno, nos obliga a pensar  que la política en cualquier parte es un asunto que requiere de su espectáculo, su peregrino personaje de burla. En el Perú se acercan las elecciones y la comedia payasística se instala de inmediato. La transmigración de las almas es una doctrina respetable. La transmigración de banderas y principios es arte deplorable entre los políticos peruanos. Nadie, por ejemplo, hubiera sospechado que el barbudo e izquierdista Yehude Simón acabaría juntándose con el flautista y eterno ministro de Economía de todas la derechas.

El impulso del ya célebre “Tiririca” flamea en la búsqueda de personajes de la farándula, de la pelota y sus derrotas perpetuas, del humor patrio, para que engruesen las listas para parlamentarios. Un Congreso del divertimiento, de la jugada ineficaz, del chiste sería el que se viene si  es que fueran elegidos esos personajes. Lo peor de todo, el lado más oscuro de esa opción, es que muchos aspirantes al poder tienen cuentas pendientes con la justicia. Algunos deberían estar en la cárcel. Y no de visita en búsqueda de votos.

Es posible que el payaso “Tiririca” perderá el paso en el Congreso brasileño. Mejor hubiera sido que siguiera animando fiestas infantiles, divirtiendo con sus números en las calles o la televisión. En el Perú sería mejor que la mayoría de candidatos no fueran elegidos ni para taco de escopeta. Pero, lamentablemente, hay que votar. Votar con las mandíbulas apretadas, maldiciendo nuestra suerte en secreto o en la cervecería. Porque los payasos de por acá no dominan el arte de hacer reír a la pobre platea nacional.