Cuando conocía Nauta, la capital de la provincia Loreto, muchas de sus mujeres decían muy orgullosas que ellas, a diferencia de las que nacieron en Iquitos o en otras provincias de la inmensa región de Loreto, eran dos veces loretanas. Una por ser de la región y otra por ser de la provincia de donde sale parte del petróleo que consume el Perú.

Esa misma impresión me generó Evangelina Chamorro cuando vimos las imágenes cuando emergía abriéndose hacia la vida entre el lodo que arrastraba uno de los huaycos que soportó Lima.

A partir de esa idea muy segura de las loretanas, cada vez que conocía una historia valiente de las mujeres de la selva ya sea empresarial, profesional o simplemente un testimonio de vida, volvía a esa respuesta: “dos veces loretana”. Aún más, porque para ellas es muy difícil vencer un prejuicio nacional que hay sobre eso de la sangre caliente o que su feminidad exagerada y bien llevada las lleva a conceptuarlas ignorantemente.

Por eso confieso que lo dije varias veces en perjuicio de ser desacreditado, claro. Si Evangelina Chamorro no hubiese sido loretana muy difícil hubiera salido airosa de esa lucha que tuvo con varias toneladas de fango. Primero: hay que tener una gran habilidad en el nado y la sumersión para poder haber estado más de media hora siendo arrastrada y dosificar el oxígeno y las fuerzas y seguir con vida.

Claro que cuenta el ímpetu de una mujer para vivir por sus hijas, pero a esto se suma una experiencia de haber vivido rodeada de agua como sucede en la selva peruana. Y me felicité por eso, porque con su historia personal de lucha: haber llegado a Lima, criar chanchos en una zona inhóspita y sufrir día a día para sacar a sus hijos de la pobreza y sumar a esto una titánica pelea que tuvo con la muerte, relieva de muchas maneras a la mujer amazónica.

Luchar contra los estigmas nacionales de alguna forma nace de estos hechos singulares que calan en el imaginario nacional Recuérdelo: “dos veces loretana”

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