Las últimas elecciones en España han pasado de un escenario bicolor a uno multicolor. Los dos partidos que se pasaban el testigo en el gobierno tienen que compartir espacio político con nuevas fuerzas políticas. Ese escenario multicolor fuerza una herramienta inédita en la democracia española, la negociación política de verdad. No la simulación que hacían los partidos del viejo orden para las repartijas de los puestos en las instituciones. No, ahora el juego requiere mayor concentración, quien pestañea puede perecer. Es el momento de la negociación. Lamentablemente, los medios de comunicación, las instituciones europeas alineadas con el pensamiento único (el de mercado o muerte) están ajustando las clavijas a este proceso. Los primeros, los medios de comunicación que advierten de los peligros y apuran los miedos ante escenarios inéditos (desgraciadamente, aquí en esta trinchera está nuestro Nobel de Literatura que no ve la corrupción en este país). Estos, los medios de comunicación, están “fabricando” encuestas para encaminar a la ciudadanía cerril – ellos nos deben decir lo que es bueno o malo ¿es esto posible? A esta última copla se suman los líderes europeos (adiós soberanía de los Estados), nos advierten como padres bondadosos de los bueno y de lo malo (hubiera que añadir, para sus bolsillos). En este contexto de dura negociación se advierte que los líderes políticos se muestren muy bisoños en esta negociación, es el duro legado del bipartidismo. A uno le gana el inmovilismo, a otro tiene que lidiar con sus demonios de su propio partido, al tercero en votación que muestra sus cartas en los momentos inoportunos y, al cuarto, que juega a ser el yerno perfecto. Con tanta bulla fuera y dentro, se ve un proceso muy confuso por la desecada cultura de negociación de este país.