Un recuerdo sobre Tomás Gonzáles y una referencia a James Beuzeville en este año que se va.

Tomás Gonzáles Reátegui ¿cuántas mentiras se han dicho en tu nombre? La primera vez que conversé en su oficina en la calle Yavarí de Iquitos fue con un colega para mostrarle un proyecto bibliográfico que el Consejo Transitorio de Administración Regional de Loreto -que presidía- apoyó financieramente. “La peruanidad de Maynas” era el trabajo de investigación elaborado por el profesor José Barletti Pasquale y que hasta ese momento no tenía la difusión necesaria. Ya estaba varios meses en el cargo, al que fue enviado por el ingeniero Alberto Fujimori, después del 5 de abril. Aquella vez se quedó impregnada en mi mente una frase dicha a los dos interlocutores: “Hay que apoyar a los jóvenes y ustedes lo son y más si se trata de la historia y la lectura”.

Paralelo al cargo en el CTAR le nombraron Prefecto de la Región Loreto, cuyo edificio decidió remodelar por su valor histórico, a pesar que pocas veces acudía a las oficinas ubicadas en el Malecón Tarapacá. Eran demasiados cargos para un afuerino. Era, por diversas razones, un extraño en la capital loretana y no era un hombre que se hacía de amigos. Tenía mucho poder, aunque en varios sectores los profesionales no hacían caso sus sugerencias.

Sin ningún tipo de prueba, como tantas otras veces anteriores y posteriores, me comenzaron a vincular con sus acciones hasta el extremo de afirmar que la máquina offsett donde se imprimía el semanario -que por esos años fundé- estaba adquirido con recursos por él proporcionados y que, dada su influencia, había intercedido para que un avión militar trasladara desde Lima inmensa carga. Todo falso, por supuesto.

Fue un hombre poderoso en Iquitos. En la región Loreto. Por su decisión e intrepidez se pudo comenzar la carretera Iquitos Nauta, que tantas veces se había postergado y tantos recursos se había gastado. Y fue esa obra que le acarreó muchos problemas hasta llevarlo a prisión.

Ya en la cárcel, algunos sábados le visita en su celda. Estaba en la de máxima seguridad, junto a otros reclusos notorios como “Mosquita”, el hijo del no menos famoso “Mosca loca”. Eran pocos los que le visitaban. Entre ellos había un periodista de un diario de circulación nacional que por encargo se encargaba de insultarlo cuando estaba en el CTAR. Extrañado por dicha presencia, le pregunté cómo se explicaba esa visita, sólo atinó a decirme que “así es la vida”. Estuvo varias veces prófugo de la justicia. Algunas veces coincidía en Lima y casi clandestinamente le visitaba y nos perdíamos en una charla interminable. Actualmente ha recobrado su libertad y de vez en cuando nos hablamos por teléfono y de acuerdo a las circunstancias nos encontramos en Iquitos, Tarapoto o Lima.

Don Tomás fue una persona importante y trascendente en la política regional en Loreto. Como tal, tuvo amigos y enemigos. En la política y en el periodismo. En el periodismo tuvo como principal opositor a James Beuzeville Zumaeta, cuyas críticas eran cotidianas y frontales y cuyas circunstancias no son motivo de este artículo. Pero a ambos he terminado respetando más de lo que ellos mismos se imaginan por consideraciones que, seguro, en otra entrega podrán conocer.