Las películas sobre la explotación y la esclavitud de la población afroamericana están atrapadas por un mismo guión o hay un patrón o molde que los encierra y no permite explorar otros territorios; el libro y la película Raíces ha dejado este marchamo que a muchos les es difícil liberarse. Y es un terreno muy pródigo y virgen que hay que incursionarlo. A “Doce años de esclavitud”, la película de Steve Mcqueen le pasa eso. Queda atrapado en ese guión de sufrimiento de la población negra en manos de sus fieros patrones, el matiz es que el protagonista era una persona afroamericana libre y culta, que disfrutaba de la música clásica, y que es llevado a la fuerza y con engaños al mundo de la esclavitud. La historia se encasilló a pesar de contar con buenos actores como Chiwetel Ejiofor o Michael Fassbender, este último es un gran actor alemán que le he visto en Fish Tank con Katie Jarvis. Al final de la película, en los créditos, nos señalan que el protagonista después de volver a recobrar su libertad inició un juicio contra quienes lo inducieron a ese error y que se dedicó hacer una suerte de brigadas cívicas para ayudar a salir a otras personas de esos campos de esclavitud (el país vivía dos legalidades: donde la esclavitud era legal, y otra, en las que las personas eran libres). Con esos dos temas a abordar creo que la película hubiera roto esa tendencia al patrón o plantilla de decíamos líneas arriba además a levantar la autoestima. Sería las andanzas y malandanzas de este liberto que planta cara al sistema legal, que pelea, que no le doblegan o le doblan el brazo, y ver como funciona el sistema legal en situaciones límite (en eso el cine norteamericano es muy bueno). O la otra opción era un líder haciendo una suerte de guerra de guerrillas al ayudar a sus compañeros y compañeras a huir de ese yermo de la esclavitud. No defrauda pero hubiera sido mejor que atisbara a otros territorios.

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