“… el modelo normal de justicia continúa teniendo severas dificultades a la hora de tratar a las víctimas”

Judith Shklar

Desde hace unos años, según la cronología hecha por el diario “El Comercio”, los derrames de petróleo en la Amazonía han perjudicado gravemente la vida de las poblaciones locales y han inundado los ríos y los montes. Por lo general, se atribuyen estos siniestros a los accidentes cuyo responsable directo, por lo general, es la empresa que gestiona ese contrato – no ha sido una sola empresa, hay más de dos. A raíz de estos vertimientos de petróleo la población indígena de esos lugares han denunciado los derrames ante las autoridades competentes y también en los diferentes medios de comunicación. Estas denuncias ante tenido diferentes destinos, aunque muchos de ellos han ido al olvido. ¿Cómo hemos reaccionado ante estas denuncias? Casi siempre con cierta indiferencia. Hemos visto que en las conferencias de prensa de los damnificados de estos derrames los congresistas por la Amazonía peruana brillaban por su ausencia (en este sentido, el diario Pro y Contra ha tenido una posición ambigua frente a este tema). Es más, hasta hace unos años esta noticia apenas hubiera tenido un hueco en las redacciones de los diarios, “son meros accidentes”, la justificarían. A la par de estos acontecimientos me sumergía en la lectura de una filósofa letona pero que vivió en los Estados Unidos de América, Judith Shklar “Los rostros de la injusticia”. Es un libro lúcido que se fija en uno de los aspectos más olvidados cuando se habla de justicia, el de la injusticia. Y de los que sufren estas injusticias. En el caso de los derrames de petróleo tenemos que las víctimas de esos accidentes siguen sin ser reparados o son burlados en los caminos de la burocracia estatal. Hay que advertir que el solo hecho de decir que es un accidente hace no ostensible a las víctimas de esas desgracias. Además, de no tomar las acciones para paliar o reparar esos daños al entorno natural. Así la floresta nos está mostrando uno de los rostros más sañudos de la injusticia.