[La Bienal que lleva su nombre reafirma el valor y amor a la literatura].

El jurado del premio es presidido por Darío Villanueva, director de la Real Academia Española e integrado por Alonso Cueto, Gonzalo Celorio, Inger Enkvist y Will H. Corral. El jueves en el Teatro Nacional se conocerá al ganador. 

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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GORRO Durante cuatro días un grupo de autores tanto de latinoamericanos como españoles hablarán de lo que escriben, cómo escriben, cómo se internan en los avatares de la creación literaria. Cómo van despojándose de los demonios familiares y sociales y cómo lo que sucede en los países de origen siempre lo tiene presente como si se tratara de combazos que nos manda la vida. Son cuatro días intensos que se inicia con una charla entre los cinco finalistas del Premio de Novela y termina con el anuncio del ganador. Lima, captada y capturada muchas veces por la política coyuntural, también tiene espacios para la literatura. Y esos espacios se concentran en ambientes universitarios. De ese primer día trata el artículo que pueden leer, si desean, en las siguientes líneas.

Observar a Clara Elvira Ospina, directora de noticias de América Televisión, corretear cual practicante del mejor de los oficios a cada uno de los cinco finalistas del Premio de Novela de la II Bienal Mario Vargas Llosa organizada por la Cátedra que lleva su nombre, me imagino, es todo un premio. Apreciar cómo las jovencitas y no tan jovencitas piden a manera de exigencia que Renato Cisneros les firme un autógrafo en una edición maltratada por la lectura de “La distancia que nos separa” es acortar la distancia entre autor y lector. Ver y escuchar a través del video a Mario Vargas Llosa, ya con más arrugas y canas que ayer, motivando a la lectura y lamentando su ausencia de una jornada que lleva su nombre es para dejar atrás los lamentos de la hora política que vive el país. Ser testigo del cariño con el que Juan Gabriel Vásquez habla de su última novela es de primer nivel. Como escuchar al escritor mexicano Héctor Aguilar Camín que con «Adiós a los padres», lo que hace es dar una bienvenida a la buena literatura. O, también, mirar los ojos brillosos ya brillosos de por sí del chileno Carlos Franz  con «Si te vieras con mis ojos» y dar vivas reiteradas al amor que no sabe de tiempos y coge igual a famosos o no. Y, al final una de las finalistas, Rita Indiana con la novela futurista «La mucama de Omicunlé» hablándonos de la corrupción que impregna a todos los sectores de la sociedad, incluyendo a los artistas, por supuesto. Todo ello matizado por un moderador colombiano de nombre Carlos Granés, escritor también que, como hoy dicen los jóvenes, dejó que la conversación fluya demostrando un conocimiento de los autores y su obra pero sin empeñarse en demostrar ese conocimiento.

Así se inauguró la II Bienal Mario Vargas Llosa organizada por la Cátedra que tiene su sede en España. Pero toda esa avalancha de experiencias y emociones fuera imposible si es que no se juntaran diversas entidades. No se podría, por ejemplo, otorgar 100 mil dólares al que resulte ganador de este año si es que entidades como la UTEC, PUCP, UNMSM, Universidad de Lima, Universidad Ricardo Palma, UPC, UCH, UFSC, USIL y cooperantes se desanimaran en el intento. Por eso, cuando el representante de la UTEC dijo la noche de la inauguración que los ingenieros tienen más en común con los escritores que los críticos piensan no sólo arrancó sonrisas sino miradas de afirmación entre los escritores e ingenieros presentes.

Cada autor en su tiempo, cada intervención a su medida. Moderados, escuetos, sentimentales, profundos, periodistas, emotivos. Para hablar de sus padres –como Renato y Aguilar- o para hablar de su país –como Vásquez- que tanto se desangra. Pero también para hablar de los amores –como Franz- que traslada con magia los espacios y tiempos. Como lo afirmó Granés para justificar el turno final de la dominicana: ya hemos hablado de amores del pasado, de historias recientes de la política en Latinoamerica, hoy hablaremos de una obra futurista, que nos traslada al futuro. Y así dio la palabra a Rita Indiana, una hermosa como espléndida escritora que no tiene tapujos para hablar de corrupción ni de sexo, al estilo caribeño. Si alguien dudaba del método empleado para la inauguración al final de la jornada todos los presentes aplaudimos de pie y la mayoría pugnaba por tomarse una foto con los protagonistas. Y, también, con las que estaban entre el público como la prima Patricia, aquella de la nariz respingada que hasta cuando creía reñir al Nobel de Literatura 2010 le hacía el mejor de los halagos. Y sentado en una de las butacas el maestro Oswaldo Reynoso al que, faltaba más, siempre se lo saluda amazónicamente. Pero si uno estiraba un poco la vista apreciaba a Daniel Mordinski, ese argentino infaltable en las citas literarias, sobre todo las que giran en torno a Mario Vargas Llosa.