Por: Moisés Panduro Coral

En un comunicado publicado por Petroperú, esta  empresa señala que el último derrame de petróleo producido el 25 de setiembre pasado a la altura del kilómetro 67 del Oleoducto Norperuano ha sido ocasionado por terceros. Las referencias de especialistas que he recibido respecto del tipo de brecha en esta nueva incidencia, indican con nulo margen de error que se trata de una cisura tan quirúrgicamente trazada y tan morfológicamente perfecta que resulta imposible apuntar con el dedo acusador a otras causas como el deterioro de la tubería o cualquier otro accidente estructural o natural con los que muchas veces se explican estos derrames.

En lo que va del año, se han producido hasta seis derrames petroleros en el camino del Oleoducto. De ellos, los tres últimos, por lo menos, habrían sido causados adredemente. Si esto es así, cabe preguntarse entonces quiénes estarían detrás del acto delictivo de dañar una infraestructura pública –la tubería de Petroperú lo es- para originar un derramamiento que finalmente tendrá graves y, en algunos casos, irreversibles impactos sobre el medio ambiente, los suelos, la flora, la fauna, las aguas y la salud de las poblaciones humanas asentadas en las cuencas afectadas.

Son varias las respuestas. Hay algunos que afirman que existiría una intencionalidad oscura de ciertos sectores políticos interesados en mostrar la incapacidad técnica y operativa de Petroperú. De acuerdo a esta hipótesis explicativa -de escasa seriedad y, por lo mismo, poco creíble francamente- estos grupos políticos serían los autores de los atentados perpetrados recientemente contra la tubería. Nadie ha sabido ni se ha atrevido a precisar cuáles son esos grupos ni qué es lo que ellos ganarían estropeando la ya caída imagen de Petroperú, más aún en un escenario de precios bajos en el mercado internacional y de languidez del negocio petrolero en nuestra región.

Otra hipótesis es el señalamiento que se hace de las empresas dedicadas a realizar trabajos de remediación ambiental cuando ocurren estos eventos, que dicho sea de paso lo efectúan de manera artesanal, tecnológicamente distante de como se procede en otras naciones del mundo. En Ecuador, un ingeniero de ese país inventó una fibra celulosa que absorbe y solidifica el petróleo derramado en espejos o corrientes de agua. Al ser aplicado, el producto encapsula inmediatamente el petróleo contaminante lo que permite extraerlo fácilmente con una malla de 2 milímetros, En China aplican una bacteria tan voraz que se come el derrame petrolero en unos cuantos días. Esta solución está siendo probada ahora en Colombia, con el agregado que la bacteria se come hasta los mosquitos transmisores de la malaria, el dengue y el chikungunya.  ¿Y en el Perú? Aquí lo hacemos recogiendo los derrames en baldes a punta de mano y disponiéndolos en recipientes caseros cuyo destino final se desconoce. De acuerdo a esta hipótesis, el interés de estas empresas sería gozar de contratos continuos.

Una tercera hipótesis refiere que serían los mismos pobladores indígenas los que estarían provocando estos derrames en el Oleoducto. En un contexto social de pobreza, una forma de obtener ingresos por parte de las poblaciones es a través de un trabajo aunque sea temporal en las labores de remediación que necesaria e imprescindiblemente deben realizarse, por lo que siguiendo la lógica, cuánto más derrames se produzcan más oportunidades de empleo y de ingresos podrían tener. En esa misma línea, podría entenderse las solicitudes de compensaciones económicas por daños y perjuicios.

Como decíamos hoy en la radio, para atacar eficazmente los efectos de los derrames, tenemos que transparentar sus causas. Si éstas causas son la obsolesencia o la falta de mantenimiento de la tubería, hay que señalar a Petroperú porque es la empresa a cargo de su administración y operación. Si, por el contrario, las causas son adjudicables a terceros hay que identificar, desenmascarar y sancionar a los responsables quienes quiera que sean.