Al leer “Justicia ¿hacemos lo que debemos?”, el libro de Michael J. Sandel lo que me llamó la atención fue que el autor reflexionaba sobre casos muy concretos, por ejemplo, la venta de agua después de un huracán en Miami, Estados Unidos, y las consecuencias éticas sobre la justicia, al haber escasez de agua los precios eran de escándalo a pesar de la necesidad de mucha gente que había vivido el drama del huracán ¿en estado de necesidad era necesario especular con el precio del agua?, ¿eso no es la regla de la oferta y la demanda, digo el de los precios? Al hilo de esta idea he tomado dos casos muy concretos para reflexionar como asume la sociedad hoy en día situaciones cotidianas relacionadas con la ética. Un famoso se va de fiesta. Entre baile y copas se pone como una cuba. Aún así toma la decisión de conducir su coche. Se va del sarao y conduce, a todo tren, por una carretera de doble vía. El señor X transitaba por el sentido contrario. De un momento a otro siente un brutal golpe en el coche que lo deja muerto al instante – el señor tenía tres hijos y gozaba de una buena vida de familia. El famoso que venía en sentido contrario conduciendo adormilado, se despistó un segundo, invadió el sentido contrario y arrolló al vehículo que conducía el señor X. Hay un juicio lo condenan y al poco tiempo está en la calle, hoy hace una vida normal. En la segunda historia tenemos que una médico que atendía en la consulta de un hospital de un de repente sacó un cuchillo y mató a tres e hirió a otras siete personas. La médico que utilizaba el cuchillo sufría esquizofrenia paranoide. Una de las víctimas era una colega. Hay un juicio y la condenan por varios años en una institución psiquiátrica. El comportamiento de la médico ha sido ejemplar en estos años (lo dicen sus compañeros y compañeras), tanto es así que lo forenses han solicitado su libertad. Claro, esta solicitud ha levantado ampollas en la sociedad y los afectados, dicen que debe permanecer recluida. No es fácil dirimir en casos como estos. En un caso tenemos a una persona normal pero con alcohol en el cuerpo y aún así condujo a toda velocidad, de acuerdo con los testigos, a pesar de la muerte del señor X, por estos tiempos está haciendo una vida normal. En el otro, una persona enferma, mentalmente, que causó graves daños, pero parece ser que ha superado esa dolencia con tratamiento médico pero como es una persona con un padecimiento mental la oposición (¿será un prejuicio con estas personas que adolecen esta discapacidad?) es mayor de parte de la sociedad – una lectura de Foucault sobre la locura nos diera más pistas, pero  ¿Qué debemos decidir? Ambos causaron la muerte de personas por causas distintas. Una de ellas en su sano juicio y la otra con una enfermedad mental. Una está libre por ley y la otra depende de un informe médico. No crea, lectora o lector, la solución no es fácil.

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