COLUMNA: PIEDRA DE SOL

                                                                                         

   Por: Gerald  Rodríguez. N

El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, (PNUD), ha manifestado  que el Perú ha logrado un crecimiento económico sostenido que lo ha convertido en uno de los países de América Latina que más avanzó hacia el logro de los objetivos de desarrollo del milenio. Sin embargo, también destacó que, a pesar de esos avances, es un país que mantiene una alta desigualdad económica, factor que influye en el aumento de la violencia y la delincuencia.

Tomando esta declaraciones, el Perú como país y Loreto como región pareciese no haberse llevado muy bien desde tiempos históricos, ya que este crecimiento económico justamente se acentúa en una marginación y aislamiento que sufre los pueblos de Loreto; a ello sumado una administración de justicia ineficiente y corrupta junto a un gobierno regional en su propio laberinto, tratando de experimentar un gobierno partidario y desigual.  Que la delincuencia siempre haya existido en el mundo es una verdad, pero sería triste consuelo aferrarnos a esta idea para no hacer todo lo posible por eliminarla de nuestro país, ahora más aun impregnándose en nuestra ciudad que es Iquitos, que pareciese que va hacia un camino al caos y  acostumbrarnos una vez más a la injusticia.

Aunque Iquitos y Loreto nunca fueron ajena a la barbarie que se cometieron en nombre de un desarrollo fantasma, y la injusticia ya forma parte de nuestra adaptación histórico – genética, actualmente esta injusticia cava aún más su pozo en el sentir de su población aterrorizada por el sicariato y el robo organizado, casi por nada, por unas cuantas monedas o simplemente por venganza, que  eso no justifica quitar la vida a nadie. Estos delincuentes exportados de la capital de la república y de otros lugares, han visto en Iquitos su aislamiento con Lima, de la cual ya casi nada se diferencia en tema de delincuencia, y su alto nivel de injusticia y poca tecnificación de un poder judicial que, como en tiempos pasados, se demora por resolver un crimen por dependencia del centralismo en materia de demostración del delito y que a los pocos tiempos declaran archivar el caso por falta de pruebas.

Es doloroso contemplar que en Iquitos se haya producido este alarmante aumento de la delincuencia, cosa que también ocurre en otras regiones del Perú. Estamos, pues, ante una problemática que se entrelaza con fenómenos de dimensión universal, como el narcotráfico, el terrorismo ideológico, la trata de personas, prostitución, etc. Para acabar con este problema debemos empezar por  agilizar y modificar la administración de justicia, luchando contra la corrupción en el Poder Judicial, elevar el nivel de la educación y aumentar empleo de la población. Pero esto no se lograra si el señor Fernando Meléndez, no deja de jugar en su laberinto y empieza a gestionar estas vías de solución que es lo que más le debe interesar ahora.