Eran aquellos tiempos donde ir a la discoteca mas legendaria de Iquitos que está en la calle Fitzcarrald resultaba toda un presupuesto aparte, de hecho el monto para ingresar a sus instalaciones eran de dieciocho nuevos soles que te daba derecho a elegir entre una jarra de cerveza – la más comercial-  o una suculenta pizza americana o hawaina que hacía que un “pulpin” de aquellos tiempos como yo se sintiera el más importante de la urbe.

Era todo un ritual sentarse en la llamada zona vip y desde su amplio espejo ver la pequeña pista de baile donde los mas conociditos para entonces hacían gala de los bailes mas pegajosos de la época, mientras esto sucedía era imposible concentrarse en quienes acudían al lugar porque en esa misma barra un personajillo, exuberante, llamativo y muy amable te robaba la atención. “La Yamille” era el encargado de la poción italo-loretana, la combinación era infalible, un bailecito por aquí, un movimiento por allá de la Yamille y ¡zas! Lista y calientita salía de ese horno con un perfume de queso derretido y jamón ingles o piña enlatada, las pizzas discotequeras más famosas de las noches de Iquitos, mientras esperabas esos largos 15 minutos de cocción podías escuchar las historias y chismes más jocosos de la farandulita de la boca del anfitrión mas gay que ha tenido una discoteca “hetero”.

Todo esto era acompañado por los hits del momento lo más sonado en las radios locales de hecho serian la tocada de la noche en aquel centro de diversión, y las estrellas de la noche no podrían de brillar menos, unos compases y ritmos que rompían el orden de la discoteca se apoderaba por unos minutos de los asistentes, todos corrían al centro de la pista de baile, dejaban a sus acompañantes y se volvían independientes danzarines para contonear los brazos , las caderas y gesticular en portugués al ritmo del garantido y caprichoso, las coreografías automáticas de las Toadas.

Pero la masa respondía a un jefe del baile, un iluminado de la danza brasilera-aunque nunca haya estado en el país más grande del mundo- quien se empotraba frente a los grandes espejos de la discoteca y comandaba esa especie de flash mob que hacia delirar a los turistas visitantes quienes con menos gracia que los visitantes locales bailaban el remix que arrancaba con la canción emblemática de estos ritmos candentes el vermelho pasando hasta llegar a Dança Da Manivela. Quien conociera o inventara la coreografía de moda de una toada era considerado toda una celebridad  para entonces, convoquen a la pista de baile a Noriega, Villacrez o Kapp el reto está lanzado es el momento que suene la música que se agiten las plumas.