PERIODISTA:

En los dos relatos anteriores hemos conocido parte de la vida de CHECHO, las cosas que tuvo que sufrir, los sufrimientos por la pérdida de las dos familias que tuvo que sobrellevar.

Hemos podido entender desde la perspectiva de CHECHO que el ser humano -como es su caso- adopta vínculos familiares y sociales con las personas que comparten su vida día tras día.

Seguro de que en algún momento de nuestras vidas podremos aplicar esta filosofía si tan solo nos pusiéramos a pensar con quienes pasamos más tiempo con nuestros compañeros de trabajo… o con nuestra familia.

Si en algún momento nos pondríamos en el lugar de CHECHO y no podríamos regresar a nuestros hogares, los compañeros del trabajo serían sin duda alguna nuestra segunda familia y haríamos todo lo que nos fuera posible por estar con ellos y protegerlos.

Es por esa razón que es comprensible que CHECHO busque honrar y proteger a los integrantes de su segunda familia.

Permítanme seguir con esta increíble historia, y que CHECHO a través de este relato nos enseñe que la pasión por alcanzar nuestros ideales no puede ser detenido por las esquirlas de la consternación.

… por favor CHECHO continúe.

 CURANDO LAS HERIDAS

Checho mirando hacia el horizonte
Checho mirando hacia el horizonte

Es un ambiente que me es difícil describir, he dormido en la selva durante muchos años y nunca… créanme nunca preste atención a lo maravilloso que es despertar con el canto de las aves, con el olor de la comida preparada a leña, al resplandor del sol entre las rendijas de la maderas… es como estar en una nueva dimensión a pesar de lo enfermo que estaba.

Luego de desmayarme durante la cena, el padre de María me llevo a una cama, donde me atendieron y pudieron controlar la fiebre. Por la mañana insistían en que necesitaba atención médica y que volvería a tener fiebre si no me atendía un médico.

El lugar más cercano para conseguir un médico era Pantoja pero también era el lugar donde había un puesto policial y la policía comenzaría a preguntar como un colombiano estaba herido de dos balazos.

Al descartar esa posibilidad, mencionaron que en Santa Clotilde un lugar más al sur pero muy lejos vivía un médico extranjero desde hace muchos años por su vocación de ayudar a los enfermos más necesitados.

Había escuchado que esta clase de médicos –extranjeros con vocación de ayudar a los enfermos más necesitados- auxilian a personas en mi situación sin hacer muchas preguntas en cuanto a los hechos. Pensé que sería mi mejor opción.

Don Antonio me explicó que para llegar a Santa Clotilde nos llevaría unos cinco días o un poco más, que no tenía combustible y que en el peque peque no sería posible.

A pesar de tener dinero para comprar combustible me recalcó que por mi salud no debería navegar por el río y mucho menos en un peque peque que no nos brindaría la protección contra el sol ni contra las lluvias.

María y su familia me hicieron entender que no me podía desplazar por mucho tiempo en un peque peque por mi estado de salud. Por herida que tenía en la nalga debía viajar echado y un peque peque era imposible durante tanto tiempo.

Me di cuenta que gran parte de la preocupación de María, su madre y hermana era que Don Antonio ya no tenía las fuerzas necesarias para hacerse cargo de un enfermo con mis limitaciones. Un enfermo con heridas en la nalga y un brazo casi destrozado, era mucha carga para don Antonio.

Luego de analizar la situación y buscar la manera de mejorar mi situación, convencí a Don Antonio para que fuera a Pantoja y trajera a un médico o un enfermero que me pueda ayudar.

 CALOR DE HOGAR

Luego del desayuno “Sara” -la hermana mayor de María- y Don Antonio salieron a Pantoja a buscar ayuda médica, les di dinero para la medicina y para los gastos que tuvieran para el médico si aceptaba viajar a verme. Adicionalmente les pedí que buscaran a “Juan” -el contacto de “Rafa”- en la comunidad de Miraflores.

El número de teléfono que tenía de “Juan” estaba borroso porque se había mojado durante la lluvia… así que la única esperanza era que “Juan”, me estuviera buscando en la comunidad de Miraflores.

Después del almuerzo María y su madre realizaron sus labores en la casa y luego salieron a atender a sus animales, Daniel –el hijo de María- merodeaba jugueteando cerca a la cama donde yo estaba.

Ver a Daniel jugando tan cerca a mí, me motivo a acercarme a él y pude estar en su mundo por unos instantes.

Me puse a pensar que la mayoría de mis contemporáneos tendrían una familia constituida –una esposa y quizás más de un niño en casa- y yo… no tenía nada.

La única familia que me quedaba era “Rafa” y yo no podía tener noticias de él, ni de lo que estaba ocurriendo en mi país después de la emboscada que tuvimos en Ecuador.

Volví a la realidad cuando María y su madre entraron a la casa y al verme hablando con Daniel, María me dijo… espero que no le haya estado molestando… para nada María es muy grata la compañía de Daniel… le respondí.

La señora Nilda -madre de María- sólo atinó a sonreír y en seguida me dijo le voy a preparar su caldito joven CHECHO.

Siempre escuche que la fiebre comienza a manifestarse por las tardes y eso me estaba ocurriendo.

Comencé a preocuparme por Don Antonio y Sara, estaba oscureciendo y ellos no regresaban, sólo esperaba que no les hubiese pasado nada malo y ya no me importaba si no regresaban con un médico, sólo quería que regresaran pronto. Era como la preocupación de estar esperando a un padre y a una hermana.

Los medicamentos habían estado amortiguando la infección, pero eran medicamentos básicos, yo necesitaba antibióticos más fuertes. La alimentación que la señora Nilda me daba era muy buena pero la infección me debilitaba muy rápido. Continuaba con mucho dolor en el brazo… ¡mucho dolor!

Después de cenar mientras María y su madre acomodaban la casa, Daniel se quedó dormido en mi cama mientras yo le acariciaba la cabeza y él me abrazaba.

Estaba demasiado impaciente por saber que había ocurrido con el padre de Daniel, pero no me atrevía a preguntar… quizás tenía el temor de saber que pronto regresaría. Pero cuando María se acercó para llevarse a Daniel no pude contenerme más –y el papá de Daniel ¿dónde está?- le pregunte… realmente no lo sabemos hace más de una año que se fue respondió María… y se llevó a Daniel.

Muchas cosas pasaban por mi mente… pero no indague más.

Eran aproximadamente las diez de la noche cuando escuchamos el motor del peque peque, María y la señora Nilda salieron de la casa con la esperanza de que fueran Don Antonio y Sara… y pudieron comprobar que eran ellos pero era evidente que no habían podido conseguir la ayuda que yo necesitaba.

Ya en la casa “Sara” comenzó a decir que ni el médico ni las enfermeras vendrían a ayudarme, que si yo estaba mal me deberían llevar al centro de salud de Pantoja, porque ellos no pueden atender pacientes fuera del centro de salud.

“Sara” reconoció entre las enfermeras a una amiga de la infancia y le contó el problema, pero igual ella no podía hacer nada por mí.

Por la amistad que tenía la enfermera con Sara le anotó los medicamentos que yo necesitaría y la forma cómo aplicarme una inyección.

Mientras “Sara” compraba los medicamentos, fue alcanzada por la enfermera –su amiga de infancia- y le comentó que había una embarcación por el río Napo que estaba subiendo con médicos extranjeros que pronto llegarían a Pantoja y quizás en el trayecto los pueda convencer de atenderme.

La enfermera comenzó a contarle a “Sara” que desde hace varios años, varios médicos europeos navegan los ríos de la región brindando atención médica gratuita por vocación y en forma voluntaria a las comunidades de las riberas.

Sin embargo, todas las recomendaciones que Sara y Don Antonio recibieron en Pantoja, era que me llevaran al centro de salud para que me puedan atender.

Durante mi enfrenamiento en las filas de las FARC, había recibido instrucción básica de primeros auxilios, pero, en mi situación me era imposible poder aplicarme una inyección con los antibióticos que “Sara” había comprado. No tenía más remedio que ponerme a merced de las manos de “Sara” y dejar que me aplicara la inyección mientras yo le daba algunas indicaciones.

Mientras me cambian las vendas y limpiaban mis heridas, don Antonio me comentaba que preguntó por el tal “Juan” a sus conocidos en Miraflores y en Pantoja, pero nadie le daba razón.

Las medicinas eran bastante fuertes y durante una semana me estuvieron aplicando las inyecciones, cambiándome el vendaje y limpiando las heridas. La infección se pudo controlar pero mi brazo prácticamente estaba inútil. Podía mover los dedos de la mano pero al tratar de mover el codo el dolor era insoportable –aparentemente los huesos del codo estaban astillados-, comencé a caminar un poco pero sentía una molestia en la cadera que me hacía cojear.

AFLORA UN NUEVO SENTIMIENTO

Así comenzaron a pasar los días, estaba bien atendido, tenía la medicina suficiente y las heridas comenzaban a cerrar.

Durante este tiempo me pude dar cuenta que me estaba enamorando de María… aparentemente ella también. Para Daniel –el hijo de María- yo era parte de la familia, se había encariñado mucho conmigo y yo con él, en realidad pasábamos mucho tiempo juntos; trataba de jugar con él mientras los demás realizaban las tareas de la casa y el cuidado de los animales… pero estaba muy débil.

Luego de comenzar una relación con María, comenzaba a tener conflictos internos entre quedarme con la tranquilidad de este hogar o ir a cumplir con el objetivo que tenía en la vida y para el cual estaba bien instruido.

Era otra familia de la cual debía separarme… que vida la mía.

Sin embargo, en mi estado -limitado de un brazo y una pierna-, yo no serviría de mucho en el MLC-ER. Esta idea de estar con limitaciones justificaba a mi mente que yo me quisiera quedar con María y su familia.

Durante la relación que inicie con María pude conocer la historia de “Sara” -su hermana-. Sara, había perdido a su esposo y a sus dos hijos hacía varios años cuando su peque peque sufrió un accidente y ellos se ahogaron en el río.

Pude conocer también que el padre de Daniel los había abandonado y ahora tiene una nueva familia en Mazán.

María me reveló que luego de que yo les confesara todo lo que me había pasado en la vida… para sus padres, su hermana y para ella yo era algo así como un héroe, como un libertador o algo así.

Pude entender que para ellos yo era alguien importante, alguien que faltaba en ese hogar y todo lo que habían hecho por mí lo hicieron de buen corazón.

Estas ideas revoloteaban en mi cabeza porque el objetivo de mi vida era luchar por gente humilde como ellos, para aliviar sus penurias y para que niños como Daniel tengan un mejor futuro.

Mi mente me estaba jugando una mala pasada quizás estaba buscando la excusa para quedarme con María –aduciendo mi enfermedad- y por otro lado quizás tenía el temor de integrarme a una familia… algo que durante mi vida adulta no había tenido.

QUERER Y NO QUERER

Durante un mes me levantaba y salía a ver al río cuando escuchaba una embarcación acercarse con la esperanza de divisar la embarcación con los médicos extranjeros.

Aunque las heridas cerraban rápidamente tenía la esperanza de que me puedan ayudar con el movimiento del brazo y la cojera.

Un día, después de un buen tiempo, al salir de la casa pude ver a María en la orilla del río, estaba parada mirando el horizonte… al estar a su lado la note acongojada… ¿qué te pasa? le pregunte… mira me dijo… al voltear vi la embarcación que tanto había esperado, estaba amarrada a la otra orilla del río, se podían ver personas con mandiles blancos.

Instintivamente quise hacer señas para que nos vieran pero mi mente solo pudo darse cuenta que María pensaba que yo pronto me tendría ir.

No quería causarle ese dolor de abandono que ella ya había superado.

Yo que tanto había sufrido al perder y dejar partir a mis seres queridos, no quería que ella tenga esas penas.

“Don Antonio” indiferente a la situación que pasábamos María y yo, se embarcó en el peque peque y me dijo… embárquese pronto esa lancha no estará al frente por mucho tiempo. Me embarque con “Don Antonio” y mientras atravesaba el río no podía dejar de pensar en lo que estaría pasando con María.

Al llegar nos dimos cuenta que la embarcación se había orillado porque tenían problemas mecánicos con el motor. Mientras los médicos realizaban su labor me integre a fila para esperar mi turno de ser atendido.

Cuando llego mi turno fui atendido por un médico francés –yo podía distinguir el idioma- pero no entendía casi nada. El médico con su español a poco masticar y el traductor que poco ayudaba, entablamos una conversación… le referí como me había hecho esas heridas, sabía que a ellos poco les importaba de la guerra interna en Colombia y que ellos no tenían que darle cuenta de esto a la policía, así que les conté la verdad.

Entre las pocas palabras que entendía y dibujos explicativos me informaron que un hueso de mí ante brazo había sufrido varias fracturas y se había astillado. La bala que pensaba tenía en la nalga era en realidad una esquirla probablemente de una granada.

Me hicieron entender que necesitaría operarme del brazo y de la nalga. Las operaciones deberían ser en un hospital porque necesitaban sacar varias placas, tenían que ponerme anestesia general, rearmar los huesos del brazo y otras cosas un poco complicadas para entender.

Precisaron que las operaciones deberían ser lo antes posible si quería recuperar la movilidad del brazo. El no de utilizar el brazo estaba originando que los huesos fracturados se solidifiquen en la posición que actualmente yo mantenía el brazo. Otra complicación que vieron era que ya estaba perdiendo la masa muscular de mi brazo.

Respecto a la esquirla de mi nalga indicaron que era posible que se halle alojado cerca a un nervio, que era necesario retirarla en una operación antes que el metal se adhiera permanentemente al hueso y me traiga más complicaciones.

Por haber transcurrido mucho tiempo desde el accidente las operaciones serán para recuperar la movilidad del brazo y pierna. Recomendaron que el hospital más cercano donde podrían realizar este tipo de operaciones, fuera el hospital de Iquitos.

De las indagaciones que hice pude conocer que el motorista, un periodista –usted- y dos tripulantes más fueron a Pantoja para conseguir los aditivos para el motor y que la embarcación ya no llegaría a Pantoja… la embarcación tenía previsto retornar en forma directa a la ciudad de Iquitos.

Ustedes llegarían al día siguiente y yo tenía que tomar la decisión de quedarme aquí con María y su familia o embarcarme con ustedes hasta Iquitos.

Don Antonio y yo atravesamos el río y regresamos a su casa.

Discutimos las alternativas con María y ella quería que vaya a Iquitos. El dinero que tenía ya era muy poco, sin familia ni conocidos, estaba seguro que pasaría más necesidades en Iquitos.

Al saber mi diagnóstico y con las heridas cicatrizando me podía ir a Colombia donde podía ser atendido en un Hospital.

No tenía noticias de las cosas que pasaban en mi país, ni noticias de Rafa y mucho menos del MLC-ER.

Era hora de tomar una decisión…

PERIODISTA:

Efectivamente la embarcación que transportaba al personal médico tuvo recalentamiento de motor por falta de algunos aditivos y tuvimos que ir hasta Pantoja para comprar los repuestos.

Yo acompañaba a la delegación de médicos extranjeros para cubrir el reportaje de las actividades médicas que ellos realizaban en forma voluntaria por las comunidades más necesitadas de la región.

Cuando llegue a Pantoja pude visitar a mi prima Lucia –“Lucia” es la enfermera amiga de “Sara”,  fue ella que me indicó que CHECHO necesitaba ayuda médica.

Como les comenté en la segunda parte de esta historia, cuando me enteré que CHECHO era una persona que no quería regresar a las filas de las FARC creí que era un desertor o un desmovilizado… estaba muy lejos de la realidad. Él tiene muy claro sus ideales.

Al día siguiente cuando regresamos con los repuestos, CHECHO estaba agradeciendo a los médicos… había tomado una decisión, la elocuencia que tenía despertó curiosidad en mí, converse con él de muchos aspectos y le pedí que me contara su historia… historia que he compartido con ustedes… fue ahí que supe quién era realmente CHECHO.

Todo el tiempo que se tardaron para reparar la embarcación la aproveche para tener la entrevista más importante de mi carrera.

CHECHO no se embarcó con nosotros pero puedo intuir que la decisión que tomaría, involucraría poner en alto a Negro Lucho y luchar por conseguir sus ideales.

Hasta el momento de mi retorno no supe qué decisión había tomado CHECHO, pero seguro fue la más correcta para él.

No se puede desmerecer las actividades de los médicos extranjeros que realizan sus actividades voluntarias en las comunidades de las riberas, pero la historia de CHECHO merecía ser contada.