Era un político retirado llevaba ocho años fuera de escena pública por razones de salud, con una enfermedad degenerativa que afecta a la memoria. Había perdido autonomía con la realidad [curiosamente este gobierno conservador ha desmantelado las ayudas a personas con dependencia que lo sufren a diario). En su día fue vilipendiado por propios y extraños. Fue devorado por los intereses muy personales de sus colegas de partido y de los otros partidos. Momento áspero de la vida social española. Un incomprendido. Recibió varapalos de uno y otro lado. Y pasó a las umbrías de la historia hasta hace unos días. Como el jugador Messi del Barcelona FC no le gustaba leer libros, se entiende en el pobre jugador pero no de este político pero para muchos esto es una virtud o al menos lo acallaron cuando recitaban sus lisonjas. Su hijo, el runrún es que tiene ambición de la mala y desmedida, anunció que estaba para morir y entonces se armó algo inusitado, salían loas y panegíricos muy adulterados por todos lados y rincones. Era un tsunami de ditirambos hacia él. La televisión o las televisiones, los bustos parlantes se encargaron en construir al mito [me recordaba el cuento de García Márquez, “El ahogado más hermoso del mundo”], al personaje público machacándonos sus virtudes a cada minuto que se volvían grotescos a los pocos momentos. Ese reconocimiento necrológico insulso. Le añadían y endiosaban virtudes, y le quitaban defectos. Era casi perfecto. Un santón político. Bondadoso con todos y todas. Era un empacho burdo de instrumentalización sobre la figura de este personaje tan solitario y lo hacían a posta.  Sentía que una ciudadanía madura como la española no se dejaría manipular por los medios de comunicación y que les dijeran, déjenlo en paz, pero infelizmente, fue todo lo contrario. La ciudadanía fue muy domeñada se rendía a los bustos parlantes (hasta se organizan romerías a la tumba del nuevo santo de la democracia). Se dejaron convencer sin resistencia por los medios de comunicación. Hablaban los tertulianos del período de la transición política en España de los setenta como la panacea de todos los males – mientras el país sufre un desgarro muy serio en su interior con restricciones preocupantes en derechos de la mujer, de la libertad individual entre otras. Vociferaban: Consenso. Consenso. Consenso. Consenso no dejaban de repetir y balbucear. Ha sido un triste episodio.

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