Por Miguel Donayre Pinedo

Estuve en el último derby del Real Madrid y el Barcelona en el Santiago Bernabeu. Me puse en una posición estoica de no generarme muchas expectativas, el equipo del Real Madrid tiene un punto de desesperación que no me convencía, más antes adversarios de empaque. Desde la salida del túnel del metro del mismo nombre del estadio se vivía una fiesta. Pitos y flautas, niños con sus padres con la casaquilla blanca, chicas guapas, personas de todas la edades con el corazón tan blanco, título de una novela de Javier Marías y quien es madridista confeso. Cuando entré al estadio me dio la misma pulsión de la última eliminación de la Liga de Campeones, quizás sea un presentimiento cognitivo, me dije. Los primeros veinte minutos muy tácticos, luego vino el desplome mental del equipo que se veía muy atenazado en las piernas y en la cabeza, sin ideas. Muchas de las estrellas se eclipsaron. El público pitó al equipo su falta de compromiso y de otro lado, de resignación luego de los dos goles en contra. Los hinchas del Real Madrid son muy peculiares, a veces pienso que son bipolares, de la alabanza pasan al insulto más si el equipo juega mal. Alientan muy poco a los jugadores, muchas veces se escucha a los hinchas del equipo rival dando vivas. Son fríos, aplauden raramente. Parece que el equipo juega en un campo neutral y no de local. Estoy con ellos cuando pitan al equipo le falta compromiso, como dicen por aquí, la carencia de casta. Fue un mal partido. Aunque estaremos con el Real Madrid en las duras y en las maduras.