ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Los signos de estos tiempos nos enfrentan a una realidad: cómo convivir con los homosexuales. Antaño lo más “correcto” era soplar al viento. Dejar pasar, dejar hacer. Indiferencia como primera opción y persecución en algunos casos. Como saberse distinto, mejor dicho homosexual y/o lesbiana, era esconderse se daba mayor cobertura a quienes se pasaban la vida destrozando a aquellos/as. Ahí está ese tal señor Buses que en los predios miraflorinos hacía de las suyas con cuanto homosexual caía en sus redes. Ahí está ese patita con costumbres de patito que siendo jefe del FBI en las mañanas y tardes se dedicaba a perseguir a quienes no eran más que colegas suyo porque en las noches ese perseguidor implacable se convertía en la versión femenina de lo que en sus documentos tenía el nombre de Jhon Edgar Hoover. Es decir, más que la homofobia y el aceptar a los demás con sus particularidades lo que destroza las relaciones es la hipocresía e intolerancia. Porque antes que el Tribunal Supremo de Estados Unidos legalizara el matrimonio gay en varias partes del mundo se padecía o agradecía el estigma de los que sexualmente son diferentes.

Por ejemplo, allá por el año 2011 el alcalde tabalosino Jorge Luís Vásquez, declaró indignado en contra de las afirmaciones  de su colega de Huarmey, José Benitez, catalogándolas de disparate y que con esto se busca malograr la imagen de Tabalosos. Benitez había señalado que los tabalosinos son mayoritariamente homosexuales . La autoridad aseguró en ese año que la ciudad es pujante y de gente trabajadora. Ya en la década del 90, el programa del periodista Nicolás Lúcar, sacó un reportaje donde manifestaba que la población era mayoritariamente homosexual. Y cualquiera que visite ese pueblo sanmartinense se dará cuenta que allí habitan personas como todas y que no tiene esa característica. Desconozco cómo han recibido la decisión del Tribunal en ese pueblo amazónico. Pero si aquello permite que se los quite esa falacia con la que los pobladores viven por largos años será una alegría.

Pero, por ejemplo, el Ayuntamiento de West Hollywood tuvo como alcalde a John D’Amico, quien en entrevista a un diario europeo, por estos días ha recordado que en dicha jurisdicción junto con su marido Keith Randa eran la pareja número 219. El concejal del ayuntamiento de West Hollywood y su hoy marido, Keith Rand, se registraron como pareja. Hoy en esa ciudad norteamericana viven 10 mil parejas de maridos-maridos y el día de esa decisión se alegraron demasiado. No porque los reconocían sino que en otras ciudades podría darse lo que ellos hacen más de 30 años. Por las versiones periodísticas me entero que sus habitantes están felices porque creen que lo iniciado por ellos será una corriente en los siguientes años.

Vaya logros colaterales, me digo. Porque entre la hipocresía y la intolerancia podemos estar camino a la barbarie. Pues nada mejor para una convivencia pacífica que el aceptar a los demás con todas sus diferencias. Es verdad que no es necesaria una norma legal para que dos personas del mismo sexo vivan juntas. Ya la pareja de Jhon E. Hoover, ese investigador llamado Clyde Tolson, heredó todos los bienes de éste luego de su muerte sin necesidad de legalidades. Ya los pobladores de West Hollywood hace 30 años que se casan entre ellos y ellas –y se indica que el porcentaje de divorcios es menor al de los heterosexuales- y viven en armonía. Ya sea sabe que Tabalosos no es la ciudad que alberga mayoritariamente homosexuales y en ella habitan personas como todas. Así que alegrémonos que parece que vamos a convivir en una sociedad donde la hipocresía e intolerancia se reduzcan tanto que cada vez sean menos los que tengan que ocultar sus preferencias sexuales y vivir felices los unos con los otros, tal como Dios manda.