Estando en Mazán, mi amigo Jaime Vásquez postea en el Facebook una invitación al Teletroca. Y muchos seguidores de él y aquellos amigos de los etiquetados se preguntarán: ¿Y qué es el Teletroca?

Y yo, conocedor de aquel lugar, como muchos, les contaré que el Teletroca o Trocadero es una suerte de escuelita, casa de práctica, estudios superiores o como quiera llamársele, de iniciación sexual al que muchos de los iquiteños han acudido, llevados de la mano de sus padres o amigos, en más de una oportunidad.

Y mi relación con el Teletroca me lleva más allá de mis incursiones para de satisfacción sexual, que sería cucufato en negarlo, sino para compartirles mi experiencia como periodista.

Fue hace más de década y media cuando en mis inicios periodísticos llegué a saber que dicho lugar tenía fecha de fundación. Ahora mismo no recuerdo el mes de su aniversario, pero sí tengo en la memoria aquel  pasacalle que me desvió la atención y por el cual supe que existía un día en aquel lugar de placer en el que las damas de la noche no ofrecen sus servicios sino están dispuestas a conversar, bailar, escuchar sermones y quizá contarte de su vida.

Ese día estuvieron las damas de la noche bien vestidas, y los invitados de todo nivel haciendo salud, bailando y departiendo a lo grande.

Al ser un invitado, casi de honor, se me dio por invitar a tres amigos, a quienes por obvias razones y al no tener autorización ni haberles consultado sobre este escrito, no los mencionaré, sino solo diré que se trató de dos varones y una mujer. Dos de los tres invitados vinculados en su momento a Pro & Contra.

Y así fue. Cuatro sujetos, tres exprocontristas en aquel lugar a media luz, con olor a jaboncillo barato y a perfume no necesariamente de marca conocida, departiendo y empinando el codo a rabiar.

Sin duda fue una de las crónicas de un aprendiz de periodista que la llevo con mucho recuerdo. Cómo no va a serlo, cuando tan solo lograrlo fue unas horas de convencimiento a la pareja de la dueña y luego a la dueña, una mujer incrédula y con harta experiencia de liar con varones que no creyó que la historia de la escuelita sexual de su propiedad pudiera ser mencionada en un diario aún por esos tiempos camino a ser lo que finalmente es hoy, polémico en todo orden de cosas.

Y ahí estamos los cuatro. Entrando raudamente luego de ser recibidos como estrellas de alguna película nominada al Oscar. Y no existía alfombra roja pero si un piso muy bien encerado y brilloso en el que dejamos marcados nuestros pasos en cada movimiento al ritmo contagiante de la orquesta que aquellos años no tenía fama y que hoy es el orgullo de todos.

Y ahí están los invitados de honor. Aquellos uniformados de alto rango esta vez luciendo su mejor atuendo. Ingenieros, médicos, casi de todas las profesiones, empinando el codo y moviéndose al ritmo musical que marca la orquesta.

La cerveza y el buen licor no faltaron aquella noche. Algo que a la edad que teníamos aquellos años no queríamos que se acabara.

Ayer mi amigo Jaime Vásquez me volvió a hacer recordar una de las tantas crónicas, quizá no bien escritas, pues aun estábamos surgiendo en este bello mundo del periodismo, pero que sin duda nos marcó y que me lleva a pensar que más allá de las estúpidas broncas en las que se enfrascan los colegas, no hay nada mejor que despojarse de la mierda que hoy es la política y recordar que el periodismo es algo más que en lo que hoy estamos muchos metidos.

2 COMENTARIOS

Los comentarios están cerrados.