COLUMNA: PIEDRA DE SOL

                                                                                      

   Por: Gerald  Rodríguez. N

¿Cuál es la diferencia entre un “error” y un “delito”, que Keiko Fujimori, candidata a la Presidencia para estas próximas elecciones, no marcó diferencia de lo que fue en realidad el Gobierno de su padre, que según ella, solo fueron algunos unos “errores” y no algunos “delitos” que su padre había cometido?

Un error, según la RALE, es acción desacertada o equivocada. En cambio un delito es: culpa, quebrantamiento de la ley. Acción o cosa reprobable. Entonces, ¿por qué su padre está en prisión?, ¿por un error o por un delito? Si creemos, como ella lo cree, que fue un error, entonces es inocente, y debe estar libre, y su intención para llegar a ocupar el  sillón Presidencial es para darle libertad al quien solo cometió un error. Error de haber sido autor mediato de homicidio calificado con alevosía, lesiones graves y secuestro agravado, por los casos de  las matanzas de Barrios Altos, La Cantuta y los secuestros del periodista Gustavo Gorriti y el empresario Samuel Dyer Ampudia. ¿Acaso fue un erro que la CVR haya demostrado que su padre, el acusado Alberto Fujimori, como jefe supremo de las FF.AA y la PNP ejerció potestades político militares y potestades militares efectivas, evidenciando mando y comando máximo sobre las fuerzas del orden, tanto a nivel político estratégico, como táctico y operativo? ¿Acaso también fue un error haber demostrado que el asesor Montesinos Torres -como representante personal del acusado Alberto Fujimori- ejerció el control en los ámbitos de Defensa, Interior e Inteligencia, que constituyó un atípico modelo de conducción del Estado  en esos espacios de poder?

Y es que si ahora Keiko da este giro a un abismo imaginable para sus defensores y críticos de la CVR, de la Unión Civil y el aborto terapéutico, sea una posibilidad tentadora de ganar votos, solo  por pura estrategia maquiavélica, puro discurso.  El reconocimiento al trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) es un trago amargo que aún le debe de estar doliendo en la garganta como si se hubiera tragado un café caliente, ya que sabemos que esta profunda reforma que pretende no es más que un discurso para persuadir la otra imagen que quiere dar de su partido y del cambio del pensamiento de sus defensores y seguidores que no dejan de estar mareados de tanta mentira electorera. Este discurso pretende que le acerque a votos indecisos, pero que posiblemente a ganar, solo quede en pura retórica electoral, ya que su pasado le condena, sus seguidores le condenan, sus defensores le condenan, y el  pueblo no debe olvidar su procedencia y el pie con que siempre pateará.  Sus contradicciones son muestra de una gran desesperación por persuadir a los votantes indecisos, a los que ven en ella lo contrario a una buena defensora de los derechos humanos y solo quiere llegar al  poder para deshacer y enterrar la credibilidad de una comisión que sí reconcilió a un país devastado, que no dijo más que la verdad, y que nunca demostró una persecución política contra la persona que nos hizo  mucho daño como país, y que justificó la persecución y la matanza para el orden que al país le hacía falta, tocando muchos inocentes. Dudo de su cambio de piel y el país debe darse cuenta.