Sucede hasta con los historiadores. Con todos, en realidad. Siempre me asalta esta pregunta ¿Por qué la gente no quiere recordar su pasado? O más. ¿Por qué la gente quiere borrar su pasado? No dudo que todos tenemos períodos terribles, unos más que otros. Épocas en las que la pesadumbre ha sido la constante y donde la economía era estrecha, por decir algo. Y todos, seguro, solo quisieran recordar las bondades de la biografía y narrarla de esa forma a las demás generaciones.

Por eso la tarea de elaborar biografías es controversial y, si se quiere ser lo más cercano a la verdad, la mayoría de veces no es autorizada por los protagonistas, quienes en el intento de mostrar el lado bueno de la existencia caen en el absurdo de considerarse infalibles y exentos de errores. Las de Ernesto, Ché, Guevara, Marco Polo, Gabriel García Márquez, Hitler, Henry Kissinger y una veintena de personajes que han recibido mi atención, siempre te abren la posibilidad de conocer a los que destacaron. La vehemencia y aprovechamiento de las oportunidades de uno de los hombres más poderosos de la política norteamericana y mundial como HK solo es conocible a través de una biografía que lo abarque todo. O la voracidad sexual y autoritarismo revolucionario necesario de EG dentro y fuera de Cuba solo se conoce con un examen de su quehacer en forma global. Ni qué decir de la niñez deslumbrada por la presencia del abuelo y la ausencia paterna que implica una severidad maternal en la existencia de GGM solo se disfruta con un biógrafo que no tenga miedo a la verdad ni al famoso, porque humanos somos todos.

Hace algunos días, en esas conversaciones que tenemos los colegas para exculpar nuestras penas, se me ocurrió lanzar la idea: que todos recuerden cómo les vino la vocación de periodista y cómo nos iniciamos en el oficio y si éramos capaces de ser fieles con lo que hemos vivido. Y resultó que era increíble cómo algunos/as coleguitas se empeñaban en borrar parte de lo que habían vivido y fantaseaban sobre sus inicios. ¡Caramba!, me dije. Qué vaina con los recuerdos y con la memoria selectiva.

En este mundo ancho y ajeno del periodismo todos dicen –y algunos se atreven a lanzar públicas malinformaciones- saber la vida de los otros. Y desconocen la propia. O, lo que a veces resulta innecesario e infructuoso, tratan de borrar lo que les “perjudica”. Sucede a los famosos, por supuesto. Pero la vida es la suma de todas las cosas y nadie mejor que uno mismo para recordarlas con nostalgia y severidad. Habiendo sido la tarea de un pequeño grupo que siempre nos reunimos para hablar de la vida ¿No creen que sería revelador y hasta digna de algo mayor que cada coleguita del periodismo escriba en 500 caracteres cómo es que se ha iniciado en esta difícil tarea de informar y opinar?