Los zapatos inteligentes fueron inventados en la India y cuando comenzaba el 2015 invadieron el mundo. Eran una novedad extremada pues eran calzados distintos a lo que se conocía hasta entonces. Arribaron también al Perú y rompieron los fuegos de la moda para los pies. Eran unos zapatos con vidas propias que se conectaban al celular y entraban y salían de los pies por propio impulso. Caminaban solos por rumbos distintos y distantes gracias a que eran previamente programados. No se equivocaban nunca y siempre llegaban a destino. Lo más importante de esos zapatos era que atacaban a aquellos que pretendían asaltar a los dueños. Los asaltos disminuyeron debido a la furia de esas tabas que sacaban la mugre a los delincuentes.

Lo malo de esa innovación del calzado era que eran demasiado caros. Un par de esos zapatos costaban un ojo de la cara, algo que pocos podían dar. Pero con el tiempo la cosa se arregló debido a la presencia de bandas de piratas que se dieron a fabricar zapatos parecidos. Esos zapatos no eran lo mismo, pero se defendían a la postre. Y lo único que no hacían eran defender a sus dueños de los asaltos. Ello fue grave pues no tardaron en aparecer bandas que se dedicaban a robar esos calzados. Eran bandas desalmabas que a cualquier hora del día o de la noche no vacilaban en cometer sus fechorías. La policía nada pudo hacer para acabar con esos colectivos y los moradores de ese país optaron por andar descalzos.

Hoy, después de la fiebre de los zapatos inteligentes, de los asaltos al por mayor, la población peruana anda sin zapatos por todas partes, inclusive por las calles con baches, por los ingentes basurales, por las obras inconclusas y por los lugares de la corrupción de siempre jamás.