Un amigo que degusta del cine me pasó la voz que en una filmoteca de Madrid estaban proyectando la película “Cinema Novo” de Eryk Rocha, hijo del célebre cineasta brasileño Glauber Rocha y Paula Gaitán. Todavía con la saudade o morriña del viaje a Bahía fuimos a verlo sin dudarlo. Recordemos que Glauber Rocha al lado a otros grandes cineastas como Ruy Guerra, Leon Hirszman, Joaquin Pedro y una larga lista de varones brasileños dieron un zurriagazo a toda la producción fílmica que se producía en el gigante país suramericano, Brasil; el movimiento estético se llamaba como el título de esta crónica. Esta suerte de ensayo fílmico “Cinema Novo” venía precedida de pergaminos obtenidos en festivales de cine como Cannes, Mar del Plata, Oporto, Brasilia, Río de Janeiro entre otros. En verdad que mereció la pena verla, no decepcionó para nada sobre todo por el mismo lenguaje utilizado, eran pequeños relatos (¿el gran relato ha muerto?). Se puede ver a través de trozos de las principales películas y entrevistas a los cineastas los postulados de este movimiento estético que apareció entre los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La idea era romper con el establishment en Brasil, quería mostrar las calles, los rostros de la gente, el bullir de las calles, los procesos de masivos de urbanizaciones en las ciudades brasileñas, el campo y sus problemas. Era subvertir la gramática fílmica que se hacía entonces. Mientras miraba este ensayo visual pensaba en la Amazonía peruana y percibía todavía que estamos lejos, muy lejos, en el cine de encontrar esta nueva manera de expresarse, un lenguaje propio. Aún, me decía acongojado un amigo de la floresta, el cine de esta parte de la selva es evasivo, que anda metido entre tunchis y hechiceros.

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