ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

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Una frase lapidaria sobre el cine nacional lo ha escrito Claudio Cordero hace algunos días cuando afirmó: “Si crees que comprando tu entrada estás apoyando al cine peruano, lamento informarte que estás contribuyendo a prolongar el sufrimiento de millares de aficionados”. Entonces, la mejor forma de apoyar al cine nacional es no asistiendo a ver las películas que se estrenan en las salas y que tienen como directores y protagonistas a pensadores y actores y actrices peruanos. Y creo que tiene razón. A juzgar por el penúltimo chasco que me vuelvo a dar con “Al filo de la ley” que motiva la conclusión del crítico de cine mencionado.

Porque esa película tan promocionada antes de su estreno no hace más que confirmar que el crecimiento económico del país va inversamente proporcional al desarrollo del cine peruano. Entendiendo a ello como la misma industria y la calidad de actores y actrices. Claro que en los últimos años –a raíz del estreno de A su mare- hemos creído tontamente que crecimiento es igual a número de espectadores. Y no es así. No todo lo popular tiene que ser de calidad. Como que tampoco no todo lo de calidad tiene que ser popular. Aunque a veces las producciones de mala calidad también son impopulares.

Por ejemplo, signos de estos tiempos son las cintas “El pequeño seductor” o “Macho peruano que se respeta”, en ambas la huachafería y grosería tienen espacio como si eso fuera la distinción elemental de los peruanos. O, en el peor de los casos, que ello deba usarse para la realización de una película. Allí actúan personajes como el Chato Barraza o Carlos Vílchez que, felizmente, no han captado la atención del público en esa combinación. Lo populachero tampoco fue popular y la calidad escasa en ambas cintas no recibió el respaldo de asistentes.

“Al filo de la ley” ha convocado a más de 16 mil personas en el día de su estreno. Lo que provocó que muchos pensáramos que mantendría esa expectativa. Pero, felizmente, no fue así. Ya que bastaba con ver las primeras escenas de la cinta de 105 minutos dirigida por Hugo y Juan Carlos Flores para comprobar que era una malísima copia de “Rápidos y furiosos” y que tanto Julián Legaspi como Renato Rossini realizan su mayor esfuerzo pero su peor actuación cinematográfica. Aparte de los desnudos innecesarios, groserías impertinentes y sexualidades toscas en que se sustenta la participación de algunos de los protagonistas.

Es este tiempo que se anuncia más de una película peruana de estreno por mes es bueno que tanto los directores como actores miren un poquito más allá de la frontera. Argentina, por ejemplo. “El hijo de la novia” o “El secreto de sus ojos” son una combinación perfecta de guión y actores, resultado de una buena dirección. Para no mencionar “Relatos salvajes” que ha superado, en calidad y espectadores, a la cinta de Juan José Campanella. Por eso se explica los premios internacionales que sigue cosechando en un país donde se producen más de 200 cintas al año mientras que en Perú apenas llegamos a la treintena, aunque muchas de ellas deberían permanecer en cuarentena.