La Amazonía no solo es el más importante “pulmón” del planeta, sino también un lugar clave para conocer el impacto de los gases de efecto invernadero en el cambio climático. Por ello, científicos del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana (IIAP) desarrollan un estudio que busca conocer el comportamiento de esos gases contaminantes en uno de los ecosistemas emblemáticos de la selva baja: el aguajal.

Para ello instalaron una plataforma vertical llamada Torre de Flujo de Gases de Efecto Invernadero, de 42 metros de alto, en medio del aguajal ubicado dentro del Parque Turístico Quistococha, ubicado a unos 10 kilómetros de la ciudad de Iquitos, capital del departamento de Loreto, el de mayor extensión territorial en el Perú.

El aguajal es un área pantanosa, permanentemente inundada, donde crece la palmera aguaje (Mauritia flexuosa), de unos 27 metros de alto, en formaciones puras y también mezcladas con otras palmeras y árboles diversos. El aguaje es una palmera dioica; es decir, que tiene árboles masculinos y femeninos, siendo estos últimos los que producen el fruto llamado aguaje, muy consumido por la población y debido a ello tiene un aprovechamiento comercial muy significativo en la economía local. Además de sus atributos nutricionales, el aguaje tiene un gran potencial en el ámbito de la cosmética y en el ámbito forestal.

El aguajal del Parque Turístico Quistococha es representativo de los casi 6 millones de hectáreas de aguajal que existen solamente en el departamento de Loreto, y es uno de los 36 ecosistemas forestales que existen en la Amazonía peruana. Este lugar fue elegido por el IIAP debido a su proximidad a la ciudad de Iquitos, la seguridad que brinda dado que es un espacio cercado y las facilidades que ofrece para el cuidado y monitoreo de los equipos. 

“Este proyecto trata de tener información acerca del comportamiento de los gases de efecto invernadero en el ecosistema del aguajal. Para ello medimos, con unos sensores instalados en la parte alta de la torre, el flujo de gases que salen desde el subsuelo y desde la superficie de estos aguajales y son emanados hacia la atmósfera”, explicó el ingeniero forestal Lizardo Fachín Malaverri, investigador principal del proyecto.

Los gases de efecto invernadero estudiados son, principalmente, el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4) y sus efectos en el medio ambiente, además de otras variables como humedad, temperatura y velocidad del viento. “Todo esto ayuda a comprender el comportamiento de estos gases que van desde el ecosistema hacia la atmósfera y viceversa”, subrayó en diálogo con la Agencia Andina.

Fachín Malaverri detalló que mediante una metodología llamada “Eddy Covariance”, de medición atmosférica que calcula el flujo de aire, se estudia el comportamiento de los gases de efecto invernadero cuando interactúan con el entorno natural amazónico. 

El proyecto nació de un convenio suscrito por el IIAP con el Servicio Forestal de los Estados Unidos (EE.UU.) para estudiar los ecosistemas de “turberas”, que son espacios ecológicos donde hay bastante materia orgánica en descomposición, pero sobre la cual hay vegetación particular como el aguajal.

La instalación de la Torre de Flujo de Gases de Efecto Invernadero se ejecutó en el 2016 y al año siguiente comenzó el acopio de información mediante los sensores. En el 2018, el IIAP se asoció a las Universidades de Minnesota y de Míchigan (EE.UU.) y ganaron un concurso para obtener financiamiento auspiciado por el Departamento de Energía de dicho país, a fin de continuar con la investigación. De esta manera consiguieron ampliar su vigencia hasta el año 2022.

 

Avances en la investigación

Luego de cuatro años de acopio y análisis de información a través de la Torre de Flujo, el IIAP publicó este año, a manera de avance de la investigación, un artículo en una revista científica de alto impacto, en el que se afirma que el ecosistema amazónico del aguajal se comporta como un “sumidero” o captador de gases de efecto invernadero, principalmente de dióxido de carbono.

En el caso del metano, un gas con mayor impacto negativo en comparación al dióxido de carbono y con mayor nivel de complejidad, se analiza su comportamiento, así como de otros factores ambientales que inciden en el patrón de emisión de este gas de efecto invernadero.  

En el aguajal el metano se genera a partir de la descomposición de la materia orgánica que se encuentra en el fondo del terreno inundado, lo que se percibe en el fuerte olor característico de este gas, comentó Fachín Malaverri, quien es egresado y actualmente catedrático de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) y cuenta con una maestría en Geografía por la Universidad de Turku, ubicada en Finlandia.

El incremento de la presencia de metano en los aguajales tiene que ver también con la tala de los árboles y con la agricultura que al drenar el agua se libera el gas presente en el relieve expuesto y en el subsuelo. “De esta manera se contribuye con una mayor emisión de este gas de efecto invernadero y con el calentamiento global. Por ello es fundamental conservar el ecosistema del aguajal”, precisó.

 

Información para el ordenamiento territorial

“La investigación sobre el impacto de los gases de efecto invernadero que lleva a cabo el IIAP nos permite generar información científica para que las autoridades tomen decisiones en las políticas de desarrollo de la Amazonía, dado que los ecosistemas están siendo impactados por actividades productivas legales e ilegales”, afirmó.

Tanto en los avances que viene mostrando como al finalizar el estudio, la información generada por el IIAP resulta de gran utilidad para los procesos de zonificación ecológica y económica, que identifica potencialidades y limitaciones en determinado territorio, así como instrumentos como los planes de desarrollo concertado, catastro, entre otros documentos de gestión que permiten un adecuado ordenamiento territorial en nuestro país.

Esta clase de estudios y los otros que realiza el IIAP van a contribuir a conocer y tener elementos de juicio para identificar dónde están esos espacios que pueden utilizarse, aquellos que no y aquellos que pueden aprovecharse bajo criterios de desarrollo sostenible, manifestó finalmente. (Luis Zuta Dávila/ANDINA)