La democracia (por supuesto) no es perfecta

De esta imperfección está impregnado el descontento nacional tras las elecciones del domingo último. En varias regiones y municipios del norte, sur, oriente e incluso Lima, la gente ha cometido hechos de vandalismo y protestas focalizadas contra los ganadores porque su voto no triunfó sobre el resto.

Las elecciones, al igual que el descontento social, adquieren otras características en la última década. La democracia de por sí (esta mayoría que manda sobre la minoría) no es un sistema perfecto, es más, los antecedentes de la democracia siempre fueron de imperfección, insuficiente y discriminativa. En Grecia la democracia (de la etimología demos, pueblo cratos poder) siempre fue discriminativa, nunca inclusiva, tal vez sólo por acciones heroicas o por medio del dinero. En Grecia sólo elegían los ciudadanos (que eran los menos y aquellos que heredaban esta condición), la mayoría eran metecos o clerurcos o definitivamente esclavos quienes jamás gozaron de derechos civiles.

La república adoptó, tras la revolución francesa en el siglo XVIII este sistema de manera imperfecta, que se adecuó en poderes autónomos y en organización en sociedades, pero nunca en voluntades, ahora, pasado el siglo XX, este sistema de la democracia en elecciones más particulares como las municipales en nuestro país, ha vuelto a desnudar sus imperfecciones. No cabe duda que se refuerza este eslogan de que no es el mejor sistema, pero si el mejor conocido. Cuando conozcan otro mejor, háganlo saber o en todo caso invéntenlo y luego difúndanlo, pero no se estrellen contra lo que aún la mayoría dicta con su voto de manera legal y legítima.

De esta imperfección está impregnado el descontento nacional tras las elecciones del domingo último. En varias regiones y municipios del norte, sur, oriente e incluso Lima, la gente ha cometido hechos de vandalismo y protestas focalizadas contra los ganadores porque su voto no triunfó sobre el resto. En muchos casos estas protestas se basan en hechos de corrupción evidenciada, pues no se digiere que autoridades (desde ministros hasta alcaldes distritales) envueltos en escándalos sonados, se hayan reelegido con amplios márgenes de apoyo, pero caballeros a tragarse este sapo sino quieren el peso de la ley sobre la espalda.

Por eso la excusa más fácil es contaminar el proceso indicando fraude o intromisión. Es lo más fácil, y se convierte en una excusa para sublevar a la gente pero implica también una falta de tolerancia y reconocimiento de la derrota como un mecanismo ineludible de la actual democracia. Se diría que podría ser una especie de nuevo subversivo aquel que alude pretextos “comprobados” para desechar todo un proceso tecnológico y tan conocido como actas y conteos donde participan, desde las fuerzas armadas, hasta personeros de partidos pasando por los organismos del proceso en si como el JNE y la ONPE y veedores nacionales e internacionales. A nadie de estos lo he escuchado deslegitimizar el proceso, lento, sin duda, manual, caballeros, errático, como todo en la vida, pero no por eso inválido.

Si conocen otro sistema donde los candidatos que obtienen menos votos que el ganador debe ser elegido porque es más honesto o nuevo háganlo saber o póngale un nombre e inscríbanlo en los textos del Ministerio de Educación para estudiarlo y hacerlo extensivo, mientras tanto se debe aceptar la derrota sin murmuraciones y hasta con aplausos para esperar que cuando le toca al otro también se haga lo mismo, eso sí construye un auténtico ciudadano y no sólo un hablador o revoltoso que gritando intenta imponerse. Ese sólo es un troglodita que responde a otros intereses comerciales a los que defraudo económicamente e intenta, desesperadamente, recuperar o justificarse gritando más alto o hablando de fraude. Que no jodan.

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