Periodistas, emails y poder

Todos te leen, todos te escuchan, todos saben lo que piensas.

La noche del martes, mientras Jaime Bayly acusaba al teniente alcalde de Lourdes Flores, Jaime Salinas (hijo) de enviarle unos correos que daban cuenta de la defensa de la candidata a Lima por el PPC a la familia del general Salazar Monroe, ex jefe del Servicio de Inteligencia y monigote para la muerte y la corrupción en tiempos de Montesinos, me pregunté insistentemente. ¿Porqué un periodista mata su fuente de esa manera? – más aún – si Bayli decía que su eventual informante no lo era tanto porque reseñó que hacía años que el hijo del general decente Jaime Salinas Sedó (el que quiso revelarse tras el golpe de Fujimori pero fue traicionado por su misma gente) le enviaba vía email datos e información de diversa índole.

Jaime le dijo antecediendo algo que pasó ayer. “Puedes elegir dos cosas, o negar estos correos y quedar como político tradicional, o aceptar los correos y renunciar a la postulación y quedar como decente”. Jaime (su tocayo, como lo llama el provocador Francotirador), negó los correos. ¿Qué buscaba Bayli con esto? Desestabilizar la campaña contra Lourdes que más parece un convencimiento político y oficial, quedar como el descubridor de nuevas “arrugas” de la lideresa del PPC o dejar constancia que entre un periodista y un informante no hay amistad ni altruismo informativo, sólo una especie de transacción donde se negocia la información a cambio de algo.

En el caso de Jaime Salinas sospecho que negociaba mayor poder en la lista casi ganadora de Lourdes (recordemos que este político inició su campaña utilizando la decencia de su padre y ha trotado por varias agrupaciones sin mayor suerte hasta hoy que parece habérsele presentado la virgen) y en el caso de Bayli más que la finalización de una cierta “amistad” quedar como el paladín que “en nombre del bien común” muestra como se arreglan las cosas al interior de una campaña electoral. Pero no nos engañemos, siempre habido vínculos entre el periodismo y el poder y siempre habido sacavuelteros entre estos compadrazgos, normalmente a cambio de mejores prebendas económicas. En el caso de los políticos los periodistas suelen ser escaparates a sus propuestas y mensajes encriptados de apoyo que cala en el inconsciente popular y en el caso de los periodistas muchas veces un factor económico prima en su decisión, pero otras veces también, la cercanía al poder y la prestancia, porque hay que decirlo, muchos colegas se mueren por estar arañando el poder, los enamora, los enaltece, los acurruca y por supuesto, también los cojudea.

Entre estos mensajes vía correo electrónico del ex alcalde de Iquitos Juan Del Aguila y la periodista Nancy Alarcón informado ayer por Pro y Contra entre líneas dice algo de este enamoramiento entre la política y el periodismo. Revela también la asesoría, ayudita, amistad, coqueteo, solidaridad, cruzada moral, patería que normalmente se ha dado se da y siempre se dará entre el político y el periodista, pero también revela; independientemente de los hechos morales o ilegales en una campaña electoral, una ingenuidad (si se puede llamar así) en el conocimiento entre periodistas y políticos.  Es decir, textos como si estuvieran conversando dos desconocidos o un candidato torpe e incipiente y una periodista distanciada de su propia realidad y del impacto comunicacional de sus propios colegas. Además de sus traspapelados conocimientos de internet, pues todos sabemos que hackear un email es relativamente sencillo y en el Perú no hay implicancias legales como para estar diciéndose “cositas” vía email. Lo sabré yo que ya me hackearon como tres veces y por lo que tengo pendiente un duelo pendiente con el Hotmail y con mis eventuales sachas – piratas (porque también se puede identificar quiénes son). Pero esa es historia aparte.

En el periodismo se habla de la quimérica distante relación entre el gremio y la política. Nada más iluso, pero una cosa es el adiestramiento en estrategias, acciones, posiciones, perfiles ante la opinión y discursos y otra muy diferente el complotar contra los rivales electorales utilizando sospechosamente a otros periodistas a sabiendas o no de estos, y peor aún, apertrecharlos de adjetivos anónimamente contra la pared pública. Lo que pasa es que nosotros hemos desarrollado el arte de la escenificación de tal manera que el sesgo parece no notarse ante la opinión pública pero esta no es cojuda ni ambivalente es letalmente real, y se las huele tanto que deja que actuemos enriqueciendo nuestro ego, porque el periodismo puede ser aparentemente destructivo y no deja de ser entretenido lo que a su vez, no hace ganar elecciones.

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