Fernando Meléndez.
Fernando Meléndez.

La emboscada del cambio

El cambio puede ser la mejor de las artimañas en la política en general. Sea nacional, regional o local; el cambio y sus consecuencias, es tal vez la mejor estrategia de embaucar a la gente. Un arma letal contra el sistema, una esperanza de renovación, otros aires, lleva algo o mucho de fe. Y como en las campañas siempre la palabra cambio seduce y conquista electores, todos la utilizan desde Fernando Meléndez en Loreto, hasta Ollanta Humala.

Es gratis decir que se va a cambiar. La gente se aburre de lo cotidiano, le apesta lo que ve en su sociedad y apuesta por alguien que quiere “revolucionar” en un supuesto discurso el satatuo quo. A pesar que la gente está harta de los mismos, siguen creyendo en esas promesas porque supone que algo de fe debe imprimirle a su voto. Un componente espiritual que el peruano lleva en su genes. Un ejemplo concreto es lo que pasa en Loreto. Fernando Meléndez apostó por el cambio luego de ocho años e gobierno de Fuerza Loretana y lo primero que hace es pagar a los constructores que tanto criticó, cómo si rápidamente y sin justificación se haya convertido en alguien diferente a sólo unos meses de hacer ese discurso del cambio su principal herramienta de recolección de votos.

A muchos seguramente le abruma el poder fáctico – económico y el aparato estatal y su distribución de parcelas que encuentra cuando llega al poder y asume que en realidad nada cambia o nada puede cambiar. Se resigna a seguir con los designios del poder y la transacción de obras, cargos a cambio de cierta estabilidad. Si no hay autoridad en la autoridad, entonces uno concluye que el cambio una vez más fue la emboscada a la gente. En términos macro, es algo de lo que pasó en el poder nacional y la decepción tras cuatro años, sin embargo, en poderes más focalizados como los de una región, la decepción fácilmente apunta a un solo culpable.

Y en esa orfandad es la que puede estar el gobernador regional de Loreto, Fernando Meléndez, en estos 100 primeros días. No sólo la soledad de la defensa le va a pesar demasiado sino va tener que soportar también una  fragilidad de un movimiento regional que se parte en pedazos por los intereses que ya todos saben y que son los mismos contra los que dijo iba a luchar.

La inestabilidad en los cargos que designó y la rotación violenta de funcionarios que no dan la talla es sólo una característica en la que inicia su gestión. Hay un problema mayor, porque a diferencia de Iván Vásquez, quien tenía un mayor manejo del discurso y conocimiento de la crítica dispersa podía defenderse solo, Meléndez Celis tiene que ayudarse necesariamente, peor si no se deja o si cae en la terquedad de creer saberlo todo o hacerle caso al carroñero del micrófono que en campaña puede servir, pero que en gestión sólo se utiliza para hacer brillar los zapatos.

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