A pesar que falta ocho meses para el día en que los loretanos acudiremos a lar urnas para elegir nuevas autoridades lo que se puede predecir es que en varias jurisdicciones la disputa por el triunfo será encarnizada y, en algunos casos, la final será de película o, como se dice en el mundo hípico, de fotografía. La encuesta publicada por este diario también parece marcar esta tendencia.

Si es así, los candidatos que se creen dueños del triunfo deberían reformular su estrategia de campaña y los que están rezagados, de igual manera. Aunque en verdad ninguno de los candidatos –los ya autoproclamados y los que aún tendrán que ingresar a un proceso interno y los que tendrán que buscar agrupaciones- ha mostrado que tiene una estrategia planificada para intervenir en el proceso electoral. Y los que dicen tenerlo lo único que han mostrado es la repetición de campañas anteriores –que los ha llevado a la derrota más de una vez- con banderitas tendidas en la vía pública (que ya demuestra el poco respeto que tendrán por los ciudadanos si llegan a convertirse en autoridades), apariciones somnolientas en programas de los diversos medios de comunicación (donde los conductores les aseguan que ganarán), y recorridos por el interior de la región para dar la senseación que conocen el territorio de Loreto.

Algunos candidatos saben de estas cifras y se han empeñado en dar las sensación de triunfo. Por eso han emprendido una serie de caminatas vespertinas por pueblos periféricos y retomado la aparición de promotores en el centro de la ciudad de Iquitos con pancartas reiterativas de fracasos anteriores. Están en el intento desesperado de mostrarse como triunfadores, situación que es necesaria. Pero no lo es todo, si es que tienen una mínima intención de realizar un buen gobierno. Por ejemplo, no hay evidencia que los líderes de todas las agrupaciones estén empeñados en formular un plan de gobierno mínimo. Ésa no es la prioridad, lamentablemente. Es más, ni siquiera han tenido el tino de conformar equipos técnicos y pedir que exhiban a un jefe de Plan de Gobierno es simplemene buscar la aguja en el pajar.

Añadido a esto que para elegir al nuevo gobernante regional uno de los candidatos tendrá que superar el 40 por ciento de los votos. Cifra que, en estas circunstancias –distintas a las del 2014-, será muy difícil de conseguir. No está mal que los aspirantes traten de mostrar una sensación de triunfo. Total en otras campañas eso ha funcionado. Pero si eso no viene acompañado de un plan concreto de desarrollo a corto y mediano plazo seguiremos colocando en los puestos a gente que tiene el mérito de ganar una elección pero no la capacidad de gobernar.