Celebración perdida

En este país de machos, machistas y muchasmechas, 365 días del año no pocas mujeres son vejadas, humilladas, maltratadas y hasta asesinadas. La violencia contra ellas se ha incrementado en estos tiempos como una peste contra el género femenino. Y eso nada tiene que ver con el cambio climático, si no con una vetusta estructura que se niega a extinguirse. De esos  365 días anuales y feroces, una fecha se ha escogido para celebrar un día de homenaje a ese ser único y entrañable.  Esa fecha fue ayer y ya no nos acordamos de nada.  Porque nada  importante se hizo para mejorar las condiciones de vida de tantas mujeres. Salvo, cuando no, la haragana reunión, el asueto obligado,  el discurso de marras, el brindis menguado, el regalito dadivoso y bodeguero. Es decir, pura frivolidad.

La eterna frivolidad de siempre. Nadie, al parecer, tomó en serio esa importante fecha. Porque una  celebración de ese tipo, aquí y ahora, nada tiene que ver con la farra y la vacilonería. Ni con las frases hechas sobre la mujer y la maternidad y la crianza, y la esposa y la querida. Por ejemplo, alguien debió haber dicho qué hace, que hará,  la sociedad en su conjunto para que no sigan  incrementándose los embarazos adolescentes. Eso también forma parte del hecho de ser mujer en esta zona perdida del Perú. ¿O esa precocidad en alumbrar es  también  espíritu emprendedor?

El poeta Ernesto Cardenal, ese visitante inesperado de estos predios,  escribió que si no se incorpora a la mujer a la cultura,  sobreviene la decadencia. Como la mujer por acanga ha permanecido fuera no solo de la cultura sino de tantas cosas, en esas ruinas andamos. Fácil demostrarlo. Cuando Venecia, la ciudad italiana,  entró en el trompo de la caída, imaginó  salvarse con el vacilón. El juego, el baile y la putería se convirtieron en razón de su vida. De todos los días y las noches. En Iquitos, la decadencia se robustece porque de 7 días de la semana, cuatro se suman en parrandas.