Por Miguel Donayre Pinedo

Escapando de los últimos días de Madrid llegamos a Segovia. El fin de semana de acuerdo a las predicciones de la meteorología auguraba días de sol. Era poner un paréntesis existencial y laboral. En verdad que el fin de semana estuvo lleno de sorpresas. Recordemos que Segovia era una antigua judería y de manera inconsciente     (¿Qué diría Freud?) buscamos ciudades o pueblos que tengan el rastro sefardí. Por eso pasamos por Plasencia, Toledo, Gerona entre otros. Pero reconocer nuestro circuito andariego nos topamos con un rótulo de letras blancas y fondo azul [o al revés] que decía Casa de Machado e inmediatamente acudimos a ella. Era muy tarde, volveríamos a la mañana siguiente muy temprano [apenas pudimos ver el jardín]. No nos decepcionó, fuimos los primeros y la guía gran entusiasta del poeta nos mostró la pensión donde vivió por doce años. Es una casa que desde el primer momento sientes calidez. Me gustó mucho la cocina. La guía glosaba que en Segovia no escribió poesía pero si teatro y con gran producción. Era maestro de escuela, republicano para más señas y apostaba por la educación como derecho de acceso para todos y todas. Tuvo una labor encomiable como promotor. Fotos, libros, recortes periodísticos, el escritorio donde escribía… estos objetos- fetiches que deleitan a los paseantes. Por cada habitación retumbaba un verso del poeta.