La conocí una tarde de septiembre, a los pocos días de pisar Madrid, hace más de una década. Me preguntó si conocía a un pata peruano y luego, siguió nuestra charla sobre temas varios, entre ellos, los derechos humanos. Había estado en Ruanda con Fofó después de las tristemente célebres matanzas contra los Tutsi de parte de los Hutu. Tiene una vida intensa. Es funcionaria y además es activista de Amnistía Internacional. Su entrega a las causas que ella considera justas es incondicional. No descansa y esto le cuesta desvelos. Es de una ejemplaridad encomiable. Si, por azar, en la calle se topa con una detención injusta a personas extranjeras, baja del autobús, va e increpa a la policía que eso es una detención ilegal. Que no puede pedir así porque así la documentación por un prejuicio y aprovechándose de la situación. Tiene sed de justicia. Cierto día fue a recoger a una niña de Mozambique, albina, que tenía un cáncer a la piel en parte de la cabeza. Las personas albinas no pueden estar mucho tiempo en el sol porque se les daña una piel extremadamente sensible. El encargo era de un amigo y, en principio, únicamente se trataba de llevar a la niña a la residencia de unas monjas. Sin embargo, éstas, al verla la situación en la que estaba la muchacha no quisieron acogerla, alegando distintas razones que no es el caso detallar, sin embargo, esa decisión no la amilanó. En esos momentos difíciles afloro el radical espíritu de solidaridad de Carmen, la llevó al médico, se quedó con ella a dormir en el hospital y posteriormente, la acogió en su casa. Habló con quien fuera necesario y luchó para que la operaran hasta conseguirlo. Carmen ha acogido/ adoptado (esta diferencia parece difusa en este caso) a Cristina. Ante esa decisión toda la familia, hermanos y sobrinos, han hecho piña alrededor de Carmen, la ayudaron desde el principio y la siguen ayudando. Saben muy bien que ella no baja los brazos, que no se rinde fácilmente. Carmen sabe tender redes de solidaridad rápidamente. Es de esas personas justas que el mundo torcido necesita desesperadamente para ser más humano. Mi homenaje sentido a una admirada heroína anónima que huye de protagonismos: Carmen Mormeneo Cortés.

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