Por: Moisés Panduro Coral

Cajamarca es un departamento que tiene varios pisos ecológicos que podríamos agrupar en dos regiones básicas: sierra y selva, tiene minerales y bosques, montañas y biodiversidad, clima de altura y riqueza tropical. En su capital del mismo nombre, hace unos 483 años, fue capturado el Inca Atahualpa, se dice que con engaños y argucias por parte de aventureros españoles, la mayoría analfabetos, que llegaron al Perú en busca de fama y de oro, de glorias y dorados, de honores y de caudales.

Cinco siglos después, parece que la visión de rechazo a lo foráneo que seguramente derivó de esa insidiosa conquista, no ha variado mucho en algunos de sus líderes que piensan, creen y actúan que la inversión privada es un peligro para su supervivencia política-ideológica. El tema no es racial, pues los cajamarquinos de hoy, como todos los demás peruanos, son la mezcla de las mezclas de las mezclas de las razas elevada a la enésima potencia, mezcla que se acredita en sus rostros y costumbres, en sus fusiones culturales y en  sus identidades.

Tampoco es un tema de defensa de recursos naturales, de agua o muerte, es ante todo, reitero, un asunto de perspectiva ideológica que se ha mimetizado exitosamente en el ambientalismo virginal, en el populismo populachero de sus gobernantes regionales y en el desconocimiento adrede que ellos hacen de no darse por enterados de que no somos los herederos directos de los vencidos, sino la amalgama de conquistados y conquistadores, de vencedores y vencidos, de pizarros y atahualpas, y de todo aquello que ese encuentro produjo a lo largo de los siglos.

En años recientes, en el año 2012, Cajamarca se quedó sin Conga que representaba 5,000 millones de dólares de inversión privada para que el Perú siga creciendo. Atrapado entre el discurso electoral, los paros regionales del señor Santos y la latente realidad de un país que necesitaba consolidar y fortalecer su crecimiento económico y, por tanto, tener más para redistribuir, el gobierno humalista intentó una forma de salirse del problema: la auditoría a los estudios realizados en el gobierno anterior para que se diga si estaban o no bien hechos, por la única razón de que habían sido ejecutados en el gobierno de Alan García. Para cuando el resultado favorable de los consultores se dio, Cajamarca ya había perdido la oportunidad de la ingente inversión anunciada. El mundo actual es así, cambiante y movedizo, no puedes pestañear.

Uno ve las cifras actuales de Cajamarca y la verdad es que dan ganas de llorar. Era una región en la que las cosas habían mejorado notablemente respecto de la primera década de los 2000, los ingresos se habían incrementado, los índices de pobreza y extrema pobreza habían disminuido.  Sin embargo, las cifras del Índice de Competitividad Regional que es un indicador compuesto por diferentes variables que incluyen educación, salud, empleo, infraestructura, entorno económico e institucionalidad nos dicen que esta región del uman caldo y del llonque, del carnavalito y de las umshas, está en franco descenso.

Perdió Cajamarca. Perdió el Perú. Perdimos todos. El año 2012, cuando lo de Conga, Cajamarca estaba en el puesto 16 del ranking de competitividad regional, en 2013 bajó al puesto 18, para el 2014 se movió más abajo al puesto 20, y en el 2015 la medición nos indica que está en el puesto 23, cerca del suelo, es decir, cerca de Loreto que se mantiene inamovible desde hace años en el puesto 24, una región que -todo indica- seguirá en su condición de colero absoluto por el discurso anti inversión privada de sus gobernantes regionales.

Los gobernantes cajamarquinos, ésos que no entendieron la importancia de la inversión privada, deben estar agradecidos de Loreto, porque si no fuéramos nosotros, ellos serían los últimos.

1 COMENTARIO

  1. Un articulo que deberian de hacer leer a todos que estan de acuerdo con el Paro y no piensan como puede afectar a la región. Un muy buen ejemplo de como NO debe ACTUAR UNA AUTORIDAD.

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