Cada día en estos tiempos huérfanos fabricamos nuestra burbuja aséptica. Nuestro castillo virtual. Se puede ver a la gente caminando por la calle y solo tiene ojos para sus móviles, no miran al día, a las otras personas. Andan mirando los móviles y enviando mensajes, algunos se toman fotos frívolas para sus patas y las cuelgan por FB. Te pueden atropellar y ellos siguen a su bola, enviando y recibiendo mensajes por el puñetero teléfono. He llegado a pensar que algunas personas son más amables por un mensaje de watsap que personalmente. Pero todo este intercambio se hace entre sus redes, entre los colegas (patas). En ese mundo se reduce a esa porción de conocidos e ir dando un clic al me gusta, no hay una opción para mostrar un no me gusta, si ocurriera eso, seguro, que ese muro de las redes sociales se cae. Se rompe porque en las redes las personas buscan cariño, afecto, aceptación. Se publica una foto y todos a lanzar lisonjas a quien colgó la foto, la zalamería es casi universal. ¿El mundo es ancho y ajeno? En alusión a la novela de Ciro Alegría, parece ser que no. Este, el mundo, se va acotando a ámbitos increíbles aunque lo peor es esa sensación de universalidad que nos dan las redes que en el fondo es solo una huera ilusión. Tememos al otro, a los otros. No queremos que nos hagan daño y por eso levantamos cercas. Nada de heridas en el alma. Nada de sufrir – es una realidad muy triste el no conocer las emociones. En esa dirección se encamina las web que te buscan amores o amistades. Rellenas el perfil que te han solicitado y en base a esa información van buscando a tu posible media naranja o muchas medias naranjas. Así, sin emociones, sin los esfuerzos de ambas partes porque, muy en el fondo, tememos que nos hagan daño y queremos aminorar los posibles perjuicios emocionales. En esos amores no hay sufrimientos, ni pegas. Si no te gusta la persona elegida o que esta no corresponda a tu solicitud puedes decirle que no y buscas otras, así de fácil ¿no es eso una apología del individualismo? Tenía una amiga (y otro amigo) que cambiaba de novio (novia) cada semana a través de estas redes. Se percibe que cada vez nos volvemos mezquinos con nuestras emociones y con el mundo, por eso, encargamos que nos busquen hasta los amores.

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