Pende sobre nosotros y nosotras los efectos del cambio climático que con el tiempo se vuelven muy duras –lo estamos notando con el comportamiento del tiempo, y mientras tanto el actual sistema económico, en estos tiempos líquidos, ha hallado un día para la adoración de San consumo, el viernes negro o Black Friday si nos ponemos más cool. Es como si nada ocurre más allá de nuestras narices. No solo se han erigido los templos de consumo como son los malls o centro comerciales de ciclópeas dimensiones sino que han tenido que instituir un día para el santo – para frenar esa euforia, según las asociaciones de consumidores, advertían que días antes muchas de las tiendas habían inflado los precios y los bajaban este día del viernes de consumo, así funciona este sistema de los descuentos, a la picaresca. Luego de la supuesta farra al día siguiente leía el titular de un diario: Confirmado el Black Friday desplazó a Navidad. El santo laico del consumo ha desalojado a los días de Navidad. Y para decirlo en tono más profético: la Navidad ha muerto. A todo esto, lo que nos dicen los científicos con el cambio climático es que si no desaceleramos el actual ritmo de consumo el camino es el abismo. Pero hacemos oídos sordos y cambiamos de canal a tanta monserga ambientalista; recordar que aquí en España el actual presidente de gobierno negó el cambio climático como los amigos de Trump y el mismo presidente electo de Estados Unidos. La televisión y los noticieros siguiendo las mismas líneas del argumentario: hay que consumir a todo tren aunque sea con productos/objetos que vienen de explotación de niños o niñas en países africanos o con sueldos de miseria en la India o Bangladesh o de la América color del membrillo que detesta Trump. Hay que consumir, consumir y consumir, era el lema del día.  En los reportajes de la televisión, cada día más malos, te decían hasta el promedio por habitante en euros que consumiría este bendito día viernes ¿? En un país con una gran crisis económica el consumo es la medicina como para matar al paciente que está en cuidados intensivos (todo pasa por endeudar más a las familias). Es un crecimiento artificial y que no lleva a ninguna parte. Así como manda la liturgia del sistema (o el Gran hermano) habrá que revisar las carteras en este día del gran consumo, será como santiguarse. El día anunciado del tsunami de las compras me encerré a cal y canto en a Ihla do Olmo y mandé hacer puñetas al consumo.

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