Beto Ortiz ha llegado a Iquitos en innumerables oportunidades. Por trabajo, diversión y por puro vacilón. Ya sea para realizar reportajes o para concretar quizás el proyecto empresarial más importante de su existencia –como el recordado “Papá piraña”- y también el que le llevó a perder lo poco ahorrado y algunos de sus amigos. Hoy conduce un programa sabatino y de vez en cuando aparece entrevistando al político que acepte sentarse frente a las cámaras. Por aquello de la unión civil ha participado activamente en el pedido que el Congreso de la República apruebe la igualdad de derechos entre todos los ciudadanos de este país. Reproducimos algunas de las respuestas sobre el tema dadas al Milagros Leiva.

Sueles criticar a los gays que están en el clóset. ¿Te viste obligado a salir o fue cuestión de principios?
Si bien estoy convencido de que uno no debe resignarse a malvivir en la suprema deshonestidad de hacerse pasar por lo que no es, también creo que si vas a salir del clóset tienes que ensayar un mínimo control de daños. Yo creía que, por su educación tradicional, mi madre jamás habría aceptado mi homosexualidad; de modo que me pregunté: “¿Valdrá la pena causarle ese dolor solo para liberarme?”. Me respondí que no. Lo dije públicamente cuando ella ya estaba muy enferma y no era consciente de lo que pasaba a su alrededor. Ahora pienso que pequé de sobreprotector, estoy seguro de que si hoy me viera se sentiría orgullosa de mí.

¿Qué cuestionamientos te han afectado más?
En el año 2000 sobreviví a quince días ininterrumpidos de destripamiento público en todos los diarios y programas del montesinismo.

¿Qué fue lo peor que te dijeron?
Como los adultos recordarán, me hicieron la acusación más vil que se le puede hacer a un ser humano. Y lo hicieron de una manera tan perversamente sincronizada e insistente que -década y media más tarde- todavía hoy existen quienes continúan repitiendo la misma infamia creyendo que me van a asustar con ese fantasma. Ya no. Todos esos ataques me galvanizaron. No me voy a flagelar aquí volviéndola a contar. Son heridas cicatrizadas.

¿En algún momento te ha avergonzado tu identidad sexual?
Jamás. Amo quien soy. Tenemos que aprender a amar todo lo que somos. Nunca me he llevado tan bien conmigo como ahora.

Si se promulga esta ley, ¿te unirás a tu pareja?
No lo sé. ¿Es menester estrenar las leyes cuando están nuevas?

¿Cómo crees que debe vivir una pareja gay?
¿Quién soy yo para decir cómo se “debe vivir”? Te puedo contestar cómo creo que debería vivir yo: con los mismos derechos que tú. Pero, increíblemente, tú tienes más. ¿Cómo se llama eso? Exclusión social.

¿Quieres ser papá?
Tanto friegan con que los gays no podemos ser padres que cada vez tengo más ganas de reproducirme y por el método tradicional. ¿Alguna voluntaria? Yo sería el mejor papá del mundo, en serio. Pregúntale a los que me dicen papi, que te cuenten por qué me dicen así.