Por: Moisés Panduro Coral

El primer debate de la segunda vuelta fue más de lo mismo. Si bien es cierto se realizó en un lugar diferente de Lima, en la calurosa y costeña Piura, hubiera sido interesante que los moderadores sean de provincia y que lo transmitiera un canal local de cuya señal pudieron haberse colgado los canales limeños que emiten a nivel nacional. Si el propósito era que dos candidatos hablen de descentralización, desarrollo, organización, infraestructura y competitividad territorial, ése habría sido el escenario más propicio, por que en la vida, como en la política, los gestos -cuando son reales, espontáneos y sinceros- valen más que un millón de palabras.

Vamos al tema de fondo. Creo que los dos candidatos presidenciales han perdido una inapreciable oportunidad de proponer cosas concretas a un público que sigue la campaña electoral con particular expectativa. Con mis alumnos siempre insisto en la necesidad de que cuando definamos el alcance de nuestros planes, proyectos o propuestas, debemos aplicar cinco criterios básicos: a) que se especifique la finalidad de la propuesta, el qué y el para qué de lo que proponemos; y que además, b) el alcance sea medible, nada de ambiguedades; c) factible en términos de accesibilidad y disponibilidad de medios, recursos e instrumentos; d) realista, porque es necesario aterrizar las ideas; y e) que tenga un plazo determinado en cuando a la obtención de resultados.

Entiendo que el tiempo con el que cuentan los candidatos es escaso en un debate. Precisamente, por eso, es que sus asesores deben buscar un nivel de concreción óptimo que permita estructurar un mensaje que empatice con las demandas de la población. Que la señora Fujimori diga: “impulsaremos la micro, pequeña y mediana empresa” es tan ambiguo como decir “construiré carreteras, puentes y almacenes”. Que el señor Kuczynski señale: “es fundamental para tener instituciones, tener transparencia y combatir la corrupción” es igualmente tan impreciso como decir “lucharé contra la delincuencia y la inseguridad ciudadana”. Eso, por tomar sólo dos frases del debate.

¿No podría decir la heredera de Alberto Fujimori donde pondrá el énfasis para el impulso empresarial? ¿En qué regiones, en qué rubros o sectores económicos? ¿Qué herramientas de gobierno utilizará, qué reformas promoverá, qué incentivos impulsará? ¿Qué porcentaje de crecimiento de microempresas, pequeñas y medianas obtendrá como resultado? ¿En cuánto tiempo pretende lograrlo? ¿Qué significará ese resultado para los objetivos nacionales del Bicentenario en reducción de la tasa de desempleo, de lucha contra la pobreza o del coeficiente de desigualdad?

¿No podría el ex ministro de Belaunde y de Toledo señalar que significa “tener instituciones”? ¿Será que propugnará una reforma del Estado, una reconstrucción de la institucionalidad tan venida a menos en los últimos 25 años, o tal vez pretende sólo una parchada que tape la pus que aflora por todos lados? ¿Cuáles serán los medios y herramientas que utilizará para combatir las mafias enquistadas como parásitos en el gobierno nacional, en las regiones y municipalidades, y que han destruido la capacidad del Estado peruano para optimizar el gasto público y hacerlo eficaz para el cambio cualitativo de las condiciones de vida de la población? ¿En qué porcentaje se reducirá el drenaje de recursos al Estado que patrocina la corrupción y que según la Contraloría alcanza el 10% del Presupuesto General de la República, o sea 10 mil millones de soles? ¿En qué tiempos lo logrará? ¿Qué tipo de Estado tendremos al finalizar su gobierno en materia de transparencia y honestidad?

Algunos pueden creer que para aterrizar el debate y no sea más de los mismo, es decir para formular propuestas con este nivel de concreción, se necesita mucho tiempo. Están equivocados, es cuestión de minutos y hasta de segundos. La técnica del Elevator pitch podría servir de mucho en este debate.