La extraña paralización de la máquina  adquirida hacía tiempo por el flamante alcalde de Maynas,  el señor Hermógenes Flores, fue un regreso al pasado, una vuelta al infierno de los desperdicios. Una vez que fue elegido ese 2014 el señor aludido publicó un folleto demostrando el potencial regenerador de la basura, rompió a la mala el contrato con el concesionario limpiador que andaba en juicios contra la casa edil y contra sus propios trabajadores, rechazó cualquier reunión para ver el asunto del relleno sanitario y viajó con su propio peculio a Alemania.

Cuando regresó,  después de meses de gestiones, traía el verdadero motor del desarrollo, el biodigestor  X. Este era un poderoso transformador de cualquier tipo de basura y su mayor virtud era que devolvía las cosas a su forma original. Así las cáscaras de naranja que se metían por una puerta salían por la otra convertidos en los mismos apetitosos frutos de antes. Los restos de las parrilladas no demoraban en aparecer convertidas en incitantes planchas de carne asada. Las mismas colillas de los cigarrillos daban la vuelta y surgían como humeantes  aromáticos cigarrillos. Los conchos de licores varios se volvían robustas botellas con entro. Así sucesivamente.

En pocos meses la ciudad de Iquitos se convirtió en la más limpia, la más hermosa y la más ecológica de las ciudades de la tierra. La basura reconvertida, devuelta a su principio, era formidable. El biodigestor estaba computarizado y actuaba con una rapidez sideral. O sea que entraba a las casas, recogía toda la basura, los devolvía a su estado anterior y continuaba con su faena las 24 horas del día. El inconveniente ocurrió cuando ese motor del progreso se malogró repentinamente. Lo peor fue que la pieza que faltaba no existía en el mercado. El burgomaestre quiso sacar sus otros motores malogrados, pero la turba le obligó  a presentar su renuncia al cargo.