Por: Moisés Panduro Coral

Una de las grandes causas del atraso de la región Loreto en el escenario de la competitividad regional es la indiferencia, la discontinuidad y la incredulidad respecto de los proyectos viales que los visionarios del siglo veinte concibieron cuando recorrían su vasto territorio, ya sea a pie por intrincadas trochas facilitadoras de los intercambios comerciales y de las migraciones, a golpe de remo y en embarcaciones de diferente calado para explorar sus innumerables ríos, o a ojo panorámico y perspicaz desde las alas nacientes de la aviación peruana volando sobre el fondo verde aunque no uniforme de su geografía.

Así fue cómo se empezó a imaginar y prever la conectividad de Loreto. Desde el andar paso a paso del hombre amazónico, pasando por la constatación física y directa de la necesidad de articular un espacio que tiene en la distancia y el tiempo sus variables centrales, hasta el esfuerzo emprendedor que de manera eficaz encamina hacia el progreso. Los varios proyectos de interconexión terrestre regional no surgieron de la teoría, sino de la acción concreta; no brotaron de un pulcro escritorio o de un academicismo presuntuoso, sino del genuino afán por la prosperidad de la Patria.

A principios del siglo pasado, la exigencia de encontrar caminos que conectaran rápidamente las cuencas de los ríos selváticos hizo que el hombre amazónico delinee e implemente varias rutas entre el río Ucayali y el río Huallaga.  Por una de ellas -la ruta del río Catalina- llegó de niño mi padre junto a su familia adoptiva desde Lamas hasta el río Ucayali, para luego surcar hacia la tierra prometida que en aquella época representaba para los sanmartinenses la naciente Pucallpa que ya había logrado su conexión terrestre con la costa y la sierra central a través de la carretera inaugurada en 1943. La otra ruta era la del Pauya bajando hasta el río Cushabatay que, a su vez, desemboca en el río Ucayali. Estas rutas fueron muy recorridas cuando la cuenca del Ucayali se convirtió en un gran proveedor de pescado y han sido utilizadas especialmente por migrantes sanmartinenses.

Entre todas las rutas, hay una ruta que tiene estudios de pre inversión. Es el trazo que une Orellana (distrito de Vargas Guerra, provincia de Ucayali, Loreto) con Chazuta (distrito de Chazuta, provincia de San Martín, San Martín). Tiene 135 km de longitud, con un puente sobre el río Huallaga, totalmente factible, que redundará en un intercambio comercial propicio en el área de influencia, con el valor agregado de ser la salida de la parte austral de Loreto hacia el mercado nacional por medio de la carretera marginal.

Este es sólo un ejemplo de conexión terrestre en Loreto trazado por el propio impulso de integración de los pueblos. Hay otros más: la carretera Jenaro Herrera-Angamos de 97 km que unirá Jenaro Herrera (rio Ucayali) con Colonia Angamos (río Yavarí), una obra abandonada por 40 años que debemos retomar y ampliar, posteriormente, hasta Requena; Caballococha-Palo Seco-Buen Suceso de 35 km que conectará el río Amazonas con el Yavarí y que desatará procesos de desarrollo urbano y de servicios en la triple frontera; Yurimaguas-Jeberos de 81 km que motivará un alto incentivo de menores costos para la agroindustria en esa zona, junto a la vía Moyobamba-Balsapuerto; Puerto Arica-Flor de Agosto que debe unir las cuencas de los ríos Napo-Putumayo; Contamana-Tiruntán-Pucallpa es otra vía posible, además de Saramiriza-San Lorenzo-Nauta. Paralelamente, debemos avanzar con las dos grandes vías vertebradoras: Iquitos-Bellavista-Mazán-El Estrecho, e Iquitos-Huambé-12 de Octubre (hacia el norte un ramal a Gueppí)- Andoas-Saramiriza-El Reposo-Chiclayo.

Todos estos proyectos de integración entre cuencas deben hacerse, naturalmente, bajo parámetros ineludibles de conservación ambiental, ordenamiento territorial y respeto a la licencia social. Aunque es probable que a mi generación -a la que le ha costado muchas incomprensiones y excomuniones romper mitos y hacer andar lo desandado- ya no le alcance el tiempo para verlos en su plenitud funcional, nuestra mejor satisfacción será que las nuevas generaciones continúen el camino de conectividad que iniciaron nuestros ancestros en el siglo pasado. Por eso, lo pongo aquí, como un testimonio para el futuro.