Cuando se perciben situaciones que en la realidad no existen, los entendidos llaman alucinación. Eso pasa por aquí en la península y en otras partes del perro mundo como señalaba un locutor de radio. La economía va muy mal salvo para los políticos oficialistas (por decirlo de alguna manera, Zapatero veía hasta brotes verdes en pleno hundimiento y Rajoy que hay luz al final del túnel obviando la tasa de paro y desánimo generalizado de las personas). Lo que ellos ven es la razón y única verdad (proyección llamarían los psiquiatras) que no admite discusión y, todos los otros son unos pesimistas de campeonato, unos derrotistas. Que locura y lo peor que esta alucinación es que nos la quieren hacer tragar abriéndonos forzosamente la boca. Igual pasa con el fútbol. He ido muchas veces a las gradas del Santiago Bernabeu y lo que he visto en el partido no coincide para nada con lo sucedido en el campo de acuerdo con los cronistas deportivos que reseñaban el partido. Pensé que estaba desenfocado, me machacaba mi falta de ojo avizor y en pleno sentimiento del océano de culpa me decía que debía que espabilar. Para espantar esos demonios una vez pregunté a un pata que fue conmigo a ver el partido y me decía que lo leído en la prensa no era nada de lo que vio. Respiré aliviado, no era él único tonto que veía así. Ni les digo el último derby del Real Madrid contra el Barcelona, los periodistas, alquimistas putrefactos de la palabra, decían que estábamos ante un clásico histórico, pero de histórico no tiene nada y con un arbitraje de pena, y con los dos equipos sin mostrar su mejor juego [Neymar (amén de su padre) ha demostrado que tiene pasta de actor]. La alucinación o las alucinaciones nos llegan por todas partes, es un mal heredado que viene del siglo XX, habrá que tener cuidado. Los ojos deben estar como los del urcututo.

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