Algo anda mal en la sociedad cuando la vida misma se vuelve una contradicción no por uno sino por las reglas de juego de ella. Se colisionan. Somos caldos y hechura de esas contradicciones que la clase política y la clase económica cierra la boca de manera hipócrita. Un ejemplo de ello es la campaña antiabortista del actual gobierno conservador en España en la cual hay una intromisión del Estado en la decisión privada, íntima e individual de la persona en este caso de la mujer. Ellos, “estos lúcidos legisladores”, argumentan que su postura refleja la defensa del derecho a la vida. Segundos después este mismo gobierno conservador en la frontera de España con Marruecos ha levantado una cerca de alambre en la cual existen como “elemento disuasivos” (dicen) las “concertinas”, que son pequeños utillajes punzo-cortantes que lesionan, y pueden causar la muerte de personas. Y a lo asombroso es que en este caso no alega el sacrosanto derecho a la vida, rápidamente la esconden en un viejo cajón. ¡También son seres humanos y tienen derecho a la vida! Hay que gritarles. En el caso de su legislación contra el aborto lo que asombra es que hayan disposiciones que limitan el ejercicio de la libertad de la mujer, que ella pueda decidir (y para ello cuentan con el apoyo y concurso ideológico de los curas). Cuesta comprender que las medidas propuestas vayan en dirección del cuerpo de la mujer ¿por qué no hacerlo también en dirección de los hombres, me pregunto? Es decir, que se implementen políticas de facilitar la vasectomía que sería igualmente una seria intromisión estatal sobre la libertad de la persona, pero no. Es sólo contra el cuerpo de la mujer. Estamos en franco retroceso y nos quieren hacer comulgar con piedras de molino.

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