ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

Ante un pedido de la Municipalidad de Lima Metropolitana una entidad bancaria no ha tenido mejor acción que borrar un mural en el centro de la capital de la República. Le han llovido las críticas al alcalde Luis Castañeda Lossi. Pero el mural ya no se restaurará. Nunca. Hay versiones difusas sobre esa eliminación. Pero lo concreto es que esa expresión artística ya fue.

En noviembre del año pasado por lo menos dos zonas de la ciudad de Iquitos fueron adornadas con murales informativos sobre la biografía de por lo menos media docena de personas que han hecho de su vida un canto de esperanza. Esas paredes lucían hermosas, alejadas de esas pintas callejeras que convierten a la vía pública en completos adefesios. Pero manos extrañas y mentes absurdas en la oscuridad de la noche destruyeron esos murales sin ninguna razón.

Al recordarse el 6 de marzo un año más del nacimiento de Gabriel García Márquez los organizadores de la Feria Internacional de Libro de Bogotá han indicado que rendirán un homenaje a Macondo, Aracataca si prefieren. Esa ciudad donde nació el Premio Nobel de Literatura 1982 y ese pueblo novelesco que es la creación heroica de ese ciudadano del mundo que escribió sobre la vida y el amor. La idea es que todo huela a Gabo, a sus creaciones. Pero sin ningún festival en las paredes céntricas de Bogotá uno puede conocer la biografía y bibliografía del que dejó viuda a Mercedes, la más bella de todas las esposas. Todos aprecian esas sagradas escrituras.

En las calles de La Habana cientos de jóvenes leen con agrado las frases pronunciadas por los héroes de la revolución. De Camilo Cienfuegos, Ernesto “Ché” Guevara y en menor proporción las de Fidel Castro. Son frases que tienen tantos años como la misma revolución. Oriundos y visitantes lo leen y releen. No son frases grandilocuentes pero sí elocuentes de lo que es la entrega a una causa. En esas calles cubanas caminan las personas más felices que uno pueda percibir, a pesar que la prensa mundial señala que son los más pobres del planeta.

Mientras en Lima se busca los responsables de un atentado a la cultura popular y en Iquitos no se puede pegar murales de quienes hicieron algo por la patria chica en Bogotá se preparan para hacer una fiesta de la literatura y en La Habana los ciudadanos conviven con frases que mantienen y aumentan su autoestima.

Ahí está la diferencia, digo. Después se busca explicaciones del por qué estamos últimos en comprensión lectora cuando no sabemos comprender que somos causa y también efecto de un sistema en donde gobernados y gobernantes nos perdemos en los estéril. Así estamos.

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