Por: Moisés Panduro Coral

No estaba en mi agenda escribir sobre agendas. En este momento, la palabra agenda debe ser una de las más recurrentes entre los peruanos, sobre todo después de que una conocida periodista y bloguera revelara que la señora Nadine Heredia le habría confirmado vía twitter que la letra que aparece en unas agendas con la que se escribieron cifras millonarias de aportes monetarios para financiar la participación electoral del partido actualmente en el gobierno, eran suyas, es decir, son de puño y letra de nuestra Primera Dama, lo que hace suponer ciertamente que ella le debe una explicación al Perú acerca del turbio origen de los fondos con los que financiaron sus campañas electorales.

Aquí en Loreto, no solo hablamos de las agendas de Nadine. Después de la aprobación en el Congreso de un proyecto de ley engaña muchachos mediante el cual se autoriza a Petroperú, previa evaluación, a operar el Lote 192, y estando meridianamente puntualizado que el Ejecutivo observará dicho proyecto por consideraciones normativas, técnicas y financieras, a los promotores de la vuelta al estatismo populachero, no les ha quedado más remedio que convocar a una reunión de autoridades para recién iniciar la elaboración de una denominada Agenda Loreto, con la sutil intención de poner una cortina de humo a su cantado  fracaso al que graciosamente han querido tildar de “triunfo histórico”.

Intuimos que la Agenda Loreto que se piensa elaborar es un conjunto de temas conexos ligados al desarrollo regional. Si sólo es una relación de obras que se piensan licitar, no habríamos hecho nada. Una agenda debe ser el tratamiento multidisciplinario de los aspectos, factores y variables que ponen en marcha e incrementan la competitividad de un territorio y la calidad de vida de las personas, y por lo tanto, perfila las políticas a aplicar, define y alinea los objetivos estratégicos, prioriza los proyectos y acciones a ejecutar e implementar, señala los compromisos de los actores políticos, económicos y sociales, establece las metas y resultados a lograr y los indicadores que permitan verificar los avances, e instituye los tramos, fases y plazos en los que se deben realizar. Si no tiene estos componentes, no pasará de ser un saludo a la bandera de los muchos que han quedado registrados en los titulares y noticias de la prensa, sin llegar a nada concreto.

Una agenda de desarrollo es eso y más. Agenda no puede ser la repetición empalagosa en los medios de comunicación de que “gracias al gobernador regional ya estamos en la agenda nacional”. Quienes repiten esta aburridísima y porfiada letanía parten de la premisa falsa que es la de creer que todos piensan como zalameros y facilistas, ignorando ingenuamente la explicación sociológica reciente que indica que en nuestro país está surgiendo -especialmente en el norte y en el centro, en gran parte del oriente y del sur- un tipo de peruano emprendedor, ansioso de progreso, creyente en la libertad económica y consciente de su propio proyecto de vida, al que le desagrada dogmas ideológicos, obsesiones electoreras y, por supuesto, imágenes de ciudades destruídas por su misma gente, asaltada e incendiada por delincuentes y por sus propias autoridades.

Otras ciudades, otras regiones, sí están realmente en la agenda nacional. Y lo están con ferias emprendedoras que resaltan sus fortalezas productivas como es el caso de Junín, con zonas francas que dinamizan niveles de intercambio comercial ventajosos para sus ciudadanos como Tacna, con altos indicadores en logros educativos como Moquegua, con el potenciamiento de sus industrias y de sus agroexportaciones como La Libertad y gran parte del norte, con el aprovechamiento de sus potencialidades territoriales como la región San Martín.

Eso es estar en la agenda nacional. No se engañen, ni traten de engañar a Loreto.