Autor Hugo Coya ha sido invitado por Tierra Nueva editores

“Estación Final” se presenta mañana en Iquitos

Hurgando en internet pudimos encontrar algunas opiniones y comentarios sobre la obra de Hugo Coya que se presenta mañana viernes 16 de julio a las 8 de la noche en el auditorio del Hotel Victoria Regia en Iquitos.

Hugo Coya en Iquitos

Estación final: Perú fue cómplice de los atropellos nazis

“Estación final” es un libro que funciona como un breve archivo histórico narrado en forma de crónica. No solamente es pura prosa, sino que viene con una colección de fotos que así nomás no se encuentra en cualquier lado. Hugo Coya, autor de esta obra, cuenta la historia de varios personajes europeos que, por diversos motivos, emigraron al Perú –tuvieron descendencia– pero tuvieron que regresar a Europa. Algunos formaron parte de historias heróicas que, sin este libro, hubiera sido casi imposible descubrirlas (por la cantidad de documentación y la fuentes de los testimonios que tuvieron que reunirse).

Hugo Coya no solamente nos recuerda que la verdadera muerte, la verdadera derrota se da con el olvido, sino que echa luces sobre un tema poco discutido en la historia del Perú: el papel del gobierno peruano durante las políticas discriminatorias de la Segunda Guerra Mundial.

Una pequeña sensación de culpa crece en uno cuando va leyendo “Estación final”. El sufrimiento de los judíos (también los homosexuales, niños, enfermos mentales, prostitutas, luchadores políticos y todo aquel ‘subversivo’ político) durante esta guerra es una muestra no de la exacerbación del antisemitismo, sino de la ligereza con la que los humanos consideramos la vida del ‘otro’. Es una muestra de lo lejos que estuvimos (¿estamos?) de entender lo que significa realmente la vida y el nivel de perversión que, lamentablemente, las ideologías radicales pueden causar. Sin embargo, al final de libro la culpa se convierte en alegría. Alegría de que alguien, aunque sea una persona, haya podido recoger esta realidad y a sus protagonistas para hacernos descubrir que en este mundo nadie tiene la última palabra hasta que se agoten todos los recursos. Alegría de saber que hubo personas cuya lucha marcaron esta tragedia con algo de esperanza.

Definitivamente, un punto extraordinario a favor de este libro es el testimonio de una sobreviviente de los campos de concentración. Peruana de nacimiento, francesa de crianza y actualmente residente en Miami, Victoria Weissberg es un verdadero ejemplo de entereza, esperanza y lucha, cuyo testimonio rescata una mirada íntima y dolorosa sobre lo que fue vivir el terror para no olvidarlo jamás. Otro historia que no debe pasarse por alto es la de Magdalena Truel, peruana quien ayudó a miles de judíos a escapar del país falsificando pasaportes. Radicó en Francia desde muy joven hasta que fue capturada por el régimen nazi y, al mismo estilo de la tragedia de Ana Frank, falleció cinco días antes de la liberación de los campos de concentración.

Más que una historia conmovedora e inteligentemente narrada, “Estación final” nos traslada a un escenario que no debe olvidarse, pero que, sobre todo, debe VALORARSE. Nunca más debería enseñarse en una clase de Historia que el Perú fue un país neutral ante los crímenes de la Alemania Nazi. Nunca más debería decírseles a los jóvenes que el único papel del Perú fue exportar papas una vez finalizado el Holocausto. Como dijo Hugo Coya, este libro no debe quedarse como la única verdad sobre el tema. Tampoco ha sido escrito en un ánimo condenatorio del gobierno peruano de la época, pero no por eso debe ocultar un hecho grave y vergonzoso: Perú fue cómplice de los atropellos nazis. Creo que este trabajo de investigación periodística dicta una nueva agenda para las siguientes generaciones de historiadores, por el bien de la salud histórica de este país.