Entrevista. FUERA DEL LUGAR

Miguel Donayre, autor del libro

Por Jordi Malafalla Chumbe

En el suelo de la diáspora madrileña, con una ola de frío polar sobre nosotros entrevistamos a Miguel Donayre Pinedo (Iquitos, 1962) sobre su reciente novela, “El Búho de Queen Gardens Street”. El frío de marras atraviesa el hemisferio norte de nuestro planeta y las calles de la capital española andan desangeladas. Con un buen café con leche y unas magdalenas conversamos con este escritor que vive escribiendo en el centro histórico de Madrid. Antes de la entrevista a la hora acordada con él, que tiene fama de insobornable con las citas y las horas (detesta a los tardones, es una falta de respeto, señala), paso por lugares de referencia para la literatura española: la imprenta donde editaron El Quijote, la casa de Cervantes, el hogar de Lope de Vega, de Jacinto Benavente. En estas calles se huele al siglo de oro español y por estos días también a la inmigración que la aliña con nuevos bríos. Personas procedentes de diferentes continentes conviven en el entorno del llamado triángulo del arte madrileño: Prado, Thyssen y Reina Sofía, en la cafetería de éste último es mi encuentro con el autor del libro de cuentos “Ocaso de los delfines” y las novelas “Estanque de ranas” y “Archipiélago de Sierpes”.

P. Esta es su tercera novela que aborda sobre el caucho ¿cierra un ciclo?

El ciclo del caucho sigue abierto y no se ha cerrado. Mientras no repensemos lo suficiente lo que nos pasó me parece que los flecos y heridas seguirán abiertos. Sus consecuencias se sienten hasta hoy. Tenemos una sociedad desmembrada. Que todavía no encuentra el equilibrio entre el uso de los recursos naturales y las personas que nos aprovechamos de ellos. Es una asimetría histórica y todavía sin corrección.

Esta vez en la novela se aborda desde un personaje periférico y olvidado. No son aquellos que dan titulares pero son los que marcan un determinado momento de la historia. Pero el caucho es parte de mis demonios personales. Me da vueltas en cada esquina. Más que cerrar un ciclo lo que cierro es una trilogía que nace con Estanque de ranas.

P. ¿A quién se refiere cuando señala “aquellos que dan titulares”?

No me refiero a nadie en particular. Pero me seducen personajes marginales. Que no están en la diana de los oropeles. Aquellos que caminan entre los bordes. En este caso se trata de la noticia del secuestro de un indígena Uitoto en el contexto de los crímenes del Putumayo. Se trata de seguir las huellas de este descarriado por diferentes lugares: Venecia, El Estrecho en el Putumayo, Burdeos, Isla Grande, Budapest, Ampiyacu, Dakar…, en fin, muchos lugares.

Burdeos, un escenario esplendoroso como referencia para la novela de Miguel Donayre

Los caucheros regalaban a los niños y niñas indígenas que tenían en abandono y cuyos padres fueron asesinados por ellos. Y éste niño, en particular, fue secuestrado de su familia con la idea de que estudiara Derecho en Londres. Es un hecho real que rescató el poeta Percy Vílchez y está en el libro Jaque al Barón. A partir de este dato, empieza esta romería impenitente de lugares.

P. A lo largo de la novela notamos que es un recorrido que termina en África ¿es una metáfora del éxodo?

Es un recorrido por lugares pero también de los afectos, de las emociones. El destierro, el éxodo no es nada fácil. Es una lucha perpetua como el mito de Sísifo, cuando llegas a la cima hay que empezar de nuevo desde abajo. Con el exilio voluntario, o no, pasas por las mismas sensaciones. Hay que tener esa capacidad de contrapunto. De desdoblarte. No es nada fácil, como, a veces, algunas personas piensan.

La zona de Pevas en foto tomada por el autor del libro

Y el hecho de que termine en la puerta de la Casa de los Esclavos de la isla de Gorée en Senegal, es un simbolismo, que eso es sólo el principio. Cuando atravesabas esa puerta salías para el perpetuo exilio. Nunca volverías, de hecho ellos y ellas no volvieron. Es lo que le pasó al personaje de la novela, Juan Aymena. Le abrieron la puerta y no volvió a esos bosques del Putumayo. Juan era la excusa para surcar el exterminio del Putumayo y escudriñar el destierro.

P. En sus novelas, como Estanque de ranas, Archipiélago de sierpes y en El Búho de Queen Gardens Street es muy crítico con ese lugar literario llamado Isla Grande, sin embargo, los finales de sus novelas son de pesimismo.

No lo creo. Me parece que son más optimistas de lo que soy yo mismo. En Estanque de ranas, al final el protagonista invoca que no debemos enterrar el hacha de guerra, tenemos la obligación de luchar por tiempos mejores. Croar como las ranas hasta que llueva. En Archipiélago de Sierpes, el protagonista se replantea lo que venía haciendo pero no se rinde. Lo que ha visto como realidad le parece brutal. En esta última novela exuda el exilio, que es una de las caras de muchas personas y su protagonista tampoco está quieto, como dicen por aquí, es un protagonista “culo de mal asiento”. No se doblega está luchando. En las tres novelas el caucho traspasa como una saeta.

Londres, otro de los escenarios donde se desarrolla la novela de Donayre

P. ¿Qué le ha enseñado el exilio?

Creo que todas las personas deberíamos vivir, siquiera un momento, la experiencia del exilio. La visión que cada persona tiene sí misma y de lo que le rodea cambia substancialmente. Es un ejercicio de ponerse en los zapatos del otro, de la otra. A mi parecer rompe el provincianismo en que estamos, muchas veces, envueltos donde es muy fácil insultar, difamar sin entender el contexto. Que cojan los bártulos y vayan aunque sea a Tabatinga, por citar un ejemplo. Aunque en mi vida he estado siempre en el exilio (en Iquitos era el limeño, en Lima el charapa, en Madrid el sudaca o el españolizado como dicen los insensatos). Desde niño estaba fuera del lugar donde nací hasta hoy. No me arrepiento. Sí, sé que es un doble esfuerzo pero merece la pena. Recordemos que mucha de la literatura es del exilio, sino preguntemos al reciente Premio Nobel de Literatura.