El hecho comenzó en el poblado 29 de abril,  ubicado en Pampachica. Allí comenzaron a aparecer los lagartos como una plaga que traía la creciente. Los saurios hicieron sus destrozos cazando a los animales domésticos y asustando a los moradores de ambos sexos. Se pensó entonces que la mejor manera de acabar con los saurios era iniciando una cacería. Pero hete aquí que esos animales, como si adivinaran las intenciones de los humanos, se daban a la fuga. Luego aparecían en los momentos más impensados. La cosa parecía normal dentro del mundo de la inundación, pero un buen día la ciudad amaneció invadida por los lagartos.

Los lagartos, de todo tamaño andaban a sus anchas por las calles, las veredas y las mismas casas. Pasaban y repasaban como si se hubieran adueñado de la urbe orillera. Los saurios no tenían la menor intención de mandarse cambiar y permanecieron en la ciudad como si hubieran decidido quedarse para siempre. En vano se intentó espantarlos apelando a la violencia, al disparo de arma certera. Los lagartos aumentaron con el correr de los días y nadie se atrevió a salir de su casa por temor a ser atacado por los animales. Pero estos no tenían intenciones de hacer daño y solo se contentaban con estar en la ciudad.

Pero el terror se apoderó de los habitantes de aquel tiempo. Y fue peor para los candidatos porque nadie se atrevió a salir a votar. El día central de las elecciones todo el mundo se quedó encerrado en su casa y las elecciones fueron suspendidas para siempre jamás. Fue así, gracias a la intempestiva presencia de los lagartos, que todos los candidatos  perdieron soga y cabra y no pudieron sentarse en los anhelados escaños. Los lagartos todavía no se van de Iquitos y es imposible que en esas condiciones se realicen jornadas electorales.