Por: Moisés Panduro Coral

Le conocí en los años ochenta, durante las jornadas de lucha por el canon petrolero y la no desmembración de la provincia de Ucayali del departamento de Loreto. He perdido una fotografía en la que se me ve dando un discurso en representación de la Federación de Estudiantes de la UNAP en una asamblea popular convocada por el Frente de Defensa del Pueblo de Loreto (FDPL) realizada en el antiguo estadio “Max Agustín” de Iquitos. A un costado mío se encuentra el profesor José Barletti, con barba ennegrecida y un gesto en estado atento.

Nosotros, los jóvenes apristas de entonces, sabíamos de él. Lo teníamos como un adversario ideológico de temer porque su discurso sereno, sencillo y profundo denotaba su alta preparación. Era el líder y mentor de los muchachos de Vanguardia Revolucionaria, facción política de la izquierda marxista que en alianza con los de Patria Roja, los trotskistas y los que denominábamos moscovitas constituían un frente difícil de vencer en las elecciones universitarias, en las asambleas estudiantiles y en las polémicas ideológicas que se daban en el Aula Magna de la UNAP.

Sin embargo, en la medida que íbamos conociéndole, los jóvenes apristas nos dimos cuenta que el profesor Barletti no debía ser temido y que, más bien, debería ser respetado, por encima de las trincheras que ocupáramos. Años después, durante el primer gobierno de Alan García, estábamos los apristas alrededor de la Plaza 28 de Julio defendiendo nuestro gobierno frente a un paro organizado contra la llamada Ley Pardo que establecía un impuesto al consumo de cerveza y bebidas alcohólicas destinado a la construcción del malecón y a las obras de saneamiento básico que Iquitos requería con urgencia.

Como era natural, la izquierda marxista era oposición y promovía, junto a otros sectores, el paro contra la ley y el gobierno aprista que le había dado. Esa madrugada, al llegar a la sexta cuadra de la calle Huallaga, frente al cine Bolognesi, vi a un grupo de compañeros enfrascados en una batalla campal con los de la izquierda marxista que iban retrocediendo, y me di cuenta que acompañando a los jóvenes de la protesta estaba el profesor Barletti. Entonces, me acerqué a la gresca, calmamos los ánimos, saludé al profesor, dialogamos y convenimos en retirarnos mutuamente. Debemos respetarlo, es un maestro del CNI, les dije a mis compañeros. En las oportunidades que conversamos, el profesor Barletti solía recordar este suceso como “Huallaga 88”, y tal vez, memorioso como era, tenga escrito algo sobre el mismo.

Fue aquí, creo yo, que me gané su aprecio. Me trataba de mi nombre y a veces con el apelativo afectivo de Moico. Ambos escribimos ocasionalmente ensayos y artículos en el semanario católico “Kanatari” bajo la dirección del P. Joaquín García. Claro, yo como aprendiz, él como maestro. Estuvimos en la fundación del diario “Pro&Contra” y guardaba mucho cariño por sus jóvenes periodistas a quienes les llamaba “voces frescas matinales” porque empezaron como tales haciendo “Opinión”, un madrugador programa en radio Arpegio.

A finales de los noventa volvimos a estar en la misma trinchera cuando combatimos duramente a la dictadura fujimorista. De esa época data un libro suyo, “La Peruanidad de Maynas”, que debería ser de necesaria lectura en los cursos de historia, al igual que “Los pueblos indígenas en tiempos de la llegada de Orellana”. Pienso que su producción intelectual debería ser recopilada, organizada y publicada, alguien tiene que hacerlo: héroes loretanos, luchas autonómicas, descentralización, desarrollo regional, etc.

Tres recuerdos últimos, aunque no únicos. Uno, la mañana de sol que detuvo su pequeña moto en la esquina de Sargento Lores con Tacna para saludarme. Dos, su grata respuesta de que hay Barletti para rato cuando le llamé al conocer que había sido atendido de emergencia en Es Salud. Tres, el 25 de Diciembre de 2015, cuando   con curiosidad paternal me preguntó por cada uno de mis hijos,  motivado quizás por una publicación mía en el Facebook que tuvo la generosidad de comentar.

Así es como recordaré al profesor Barletti. Por siempre.